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La Biblia no es solamente un libro, es una verdadera biblioteca constituida por 73 obras de distinto género: crónicas, discursos, fábulas, poesías... que se fueron componiendo a lo largo de varios siglos, desde el siglo XII antes de Cristo hasta un siglo después de su ascensión al cielo.
Para entender bien el contenido de la Biblia, hay que tomarla como el acervo común de todo un pueblo, que la aceptó y conservó como patrimonio propio, y no solamente como textos individuales de ciertos escritores.
¿Por qué consideramos a la Biblia como palabra de Dios?
Para los creyentes la Biblia sobrepasa con mucho su valor documental. Ella es un mensaje de Dios a la humanidad de todos los tiempos, un reflejo de su presencia e intervención en la historia del hombre.
Esto supone una presencia de Dios en tres niveles: el de los hechos reales (creación, providencia, milagros), el de la interpretación de esa presencia (inspiración, es decir, asistencia especial) y el de aquéllos que reciben el mensaje y reconocen en él su origen divino (fe-Magisterio).
De ahí que la Biblia se nos presente como una realización colectiva, vivida y hablada antes de ser escrita, inscrita en la tradición de un pueblo de creyentes, que avanza por la historia iluminado por el Espíritu de Dios.
Esto explica la originalidad de su estructura, tanto en el Antiguo Testamento –antes de Cristo– como en el Nuevo –después de Cristo–.
¿Cómo se manifiesta el origen divino de la Biblia?
Sorprende la libertad con que se han elaborado los libros del Antiguo Testamento y cómo, pese a la convivencia con pueblos de su entorno, entre mitos y costumbres diversos, el pueblo hebreo ha sabido preservar con fuerza su verdad, sin arredrarse ante corrientes de opinión contraria y presiones de todo género. Nos llega así nítida la pura originalidad de su mensaje; a saber, la existencia de un Dios único y su alianza gratuita con la humanidad.
Del mismo modo, resulta sorprendente la forma en que se ha configurado el Nuevo Testamento. La selección de los libros que lo constituyen deja de lado otros testimonios, que hoy llamamos evangelios apócrifos, relatos maravillosos de la vida de Jesús.
¿Porqué consideramos a la Biblia Palabra de Vida?
1.– El misterio de la Biblia es indisociable del misterio del pueblo de Dios y de la Iglesia. Ésta es la que garantiza su autenticidad. De ahí que la Biblia necesite de la Iglesia el cauce natural de su mensaje, y que en ella encuentre siempre su intérprete legítima.
«El que os escucha me escucha», dice Jesús a sus discípulos (Lc 10,16).
2.– Al mismo tiempo, la fe cristiana no puede quedar en una personal adhesión a Dios ilustrada por la lectura de la Biblia. La fe cristiana implica entrar en una comunidad de creyentes: la Iglesia. Creer es integrarse en la familia eclesial.
3.– La Biblia, al tener como objeto la formación moral y religiosa de la humanidad, no intenta dar una enseñanza científica. «La Biblia no enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo», decía San Agustín. En cuestiones históricas, por otro lado, la Escritura relata los acontecimientos según géneros literarios diversos. Se equivocaría, pues, quien exigiese de ella otras enseñanzas.
Comprendida y meditada a la luz de la fe, la Biblia es palabra de Dios para los hombres de todos los tiempos, desde las tribus primitivas hasta el mundo tecnificado de este siglo XXI que comienza.
• «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4)