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Efectivamente, al llegar la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4,4), las promesas hallan cumplimiento: «¡Ha llegado el Esposo!» es el grito que oyen las diez vírgenes (Mt 25,6). Cristo se presenta como el Esposo anunciado y prometido por las Escrituras. Ya no se trata de profecía, sino de la realidad. Tampoco es un simple símbolo, como iremos viendo: Jesús es el verdadero Esposo, del mismo modo que es «la Luz verdadera» (Jn 1,9), «el verdadero Pan del Cielo»(Jn 6,32), «la Vid verdadera» (Jn 15,1)…
Quizá estamos poco habituados a esta presentación de Cristo, que, sin embargo, está bien atestiguada en los textos del NT y en la tradición cristiana. He aquí los más explícitos (pues hay otros en que implícitamente se presenta a Cristo como Esposo remitiendo a textos del AT: estas alusiones son bastante claras para quien está familiarizado con la Sagrada Escritura).
(Cf. D. BARSOTTI, La revelación del amor, 255-261; 285-292; 330-340; 421-423).
a) Evangelios sinópticos. Jesús mismo en su predicación se ha presentado así:
*Mc 2,18-20 (Mt 9, 14-17; Lc 5,33-39): ante la pregunta de los fariseos de por qué los discípulos de Jesús no ayunan, este responde claramente que es tiempo de bodas; mientras el Esposo está con ellos no hay lugar para el luto; en cambio, cuando les sea arrebatado el Esposo –referencia clara a su pasión–, entonces sí ayunarán.
* Mt 22,1-14: el Reino de los cielos es como el Rey que prepara el banquete de bodas de su Hijo e invita con insistencia a todos: «Venid a la boda». Jesús es el Hijo del Rey que se desposa con la humanidad, y todos son invitados a este banquete.
* Mt 25,1-12: exhortando a la vigilancia, se nos presenta a las almas cristianas a la espera del Esposo, que evidentemente es Cristo («¡ya está aquí el Esposo!»).
* Mc 3,7 (Mt 3,11; Lc 3,16; Jn 1,27): esta expresión, recogida por los cuatro evangelistas y los Hechos de los Apóstoles (13,25), no es solo un gesto de humildad. En la celebración judía de los desposorios, correspondía al amigo más íntimo del novio desatarle la correa de su sandalia antes de que ingresase en la cámara nupcial: al presentarse Juan a sí mismo como amigo íntimo de Jesús, está mostrando a este como el Esposo.
Cf. P. PROULX - L. ALONSO SCHÖKEL, Las sandalias del Mesías Esposo, Bíblica 59 (1978), 1-37.
b) San Pablo también recoge esta perspectiva. Además de otros textos que analizaremos más adelante, señalemos ahora:
* Ef 5,25-33: exhortando a los esposos a amar a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia, cita el texto de Gen 2,24 («dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y se harán los dos una sola carne») para afirmar: «Gran misterio es este, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia». Cristo es el Esposo que ha amado a la Iglesia entregando su vida por ella para purificarla y santificarla.
* 2Cor 11,2: «Os tengo desposados con un solo Esposo, para presentaros cual casta virgen a Cristo». Lo mismo que Juan Bautista, Pablo se presenta a sí mismo como el amigo del Esposo, que lleno del celo de Dios solo busca unir con Cristo Esposo a la comunidad de Corinto y a cada persona dentro de ella.
c) Evangelio de san Juan. Además de textos muy sugerentes y cargados de simbolismo, como las bodas de Caná (2,1-12) que inauguran la alegría mesiánica, la presentación de la aparición a María Magdalena (20,11-18) con los rasgos de la esposa del Cantar de los cantares, o la denominación de María como «Mujer» o nueva Eva que recoge como Madre el fruto de la redención del Esposo (19,25-27), encontramos una de las afirmaciones más explícitas del NT:
* Jn 3,29: «El que tiene a la Esposa es el Esposo». Frente a los que confundían a Juan con el Mesías, el Bautista afirma nítidamente que no lo es y que su papel es el de ir delante de Cristo (v.28) como el amigo del Esposo que prepara el camino para que este tome posesión de la Esposa.
d) Libro del Apocalipsis. El último libro de la Escritura no habla solo de los combates contra todas las fuerzas negativas y hostiles, sino también de bodas y desposorio (ahora con carácter escatológico y definitivo):
* Ap 19,7-9: «Han llegado las bodas del Cordero» (que en el lenguaje del Apocalipsis es Cristo). Y se proclama una bienaventuranza: «¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!».
* Ap 21,2 contempla la Nueva Jerusalén que bajaba del cielo «engalanada como una novia ataviada para su Esposo».
* Ap 21,9 es más explícito aún al presentar «a la Novia, a la esposa del Cordero».
*Ap 22,17: «El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!». El que así es deseado y suplicado como Esposo es el mismo Cristo, como confirma el v.20: «Sí, vengo pronto. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!».
* A la luz de estos textos podemos considerar también las cartas a las siete Iglesias (cc. 2-3) como la acción del Esposo que corrige y purifica a la Iglesia-Esposa (3,19) con miras a una unión más íntima y profunda con ella; en efecto, las siete cartas culminan en la solemne promesa de 3,20 («mira, estoy de pie a la puerta y llamo; si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo»), que encierra una clara alusión al Cantar de los Cantares.
Cf. F. CONTRERAS MOLINA, Estoy a la puerta y llamo (Ap 3,20). Estudio temático, Salamanca 1995, 89-137. Excelente y precioso comentario del versículo del Apocalipsis, cargado de sugerencias.
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, es el Esposo. En efecto, en cuanto hombre sí es «ayuda adecuada», semejante. Es el Esposo anunciado por los profetas y la ayuda adecuada prometida por Dios en el Génesis. Ante la soledad del hombre, Yahveh Dios había dicho: «Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Gen 2,18). Pues bien, ya está aquí: Cristo es el Esposo dado por el Padre, que nos invita a las bodas de su Hijo. Porque el Verbo se ha hecho «carne» (Jn 1,14), todo hombre puede gritar jubiloso: «Este sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos» (Gen 2,23).
Cristo es capaz de llenar toda soledad. En cuanto Esposo, es el Emmanuel (Mt 1,23) que permanece con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Nuestro corazón está hecho para ser desposado por Cristo. Solo Él puede saciar esa necesidad ilimitada de ser amado que todo hombre experimenta. Él me habla de igual a igual, me ama con un corazón humano. Cristo está hecho a mi medida, o mejor, yo estoy hecho a la medida de Cristo.