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2.- La progresiva revelación de Dios como Esposo

Para este capítulo se puede consultar con provecho D. BARSOTTI, La revelación del amor, Salamanca 1966, 60-90; 185-203.
En el s. VIII adC surge un profeta genial que abre una perspectiva nueva en la revelación de Dios y de su amor. Al considerar la infidelidad reiterada del pueblo de Israel, Oseas la interpreta en clave matrimonial: Yahveh es el Esposo traicionado por una esposa adúltera y prostituida (Os 2,4ss). Más aún, para hacer más claro y expresivo el mensaje, el profeta es instado por Yahveh a casarse con una prostituta (1,2): de ese modo, su vida misma se convierte en símbolo.
Después de Oseas, la presentación de Dios como Esposo entra a formar parte de la predicación de los grandes profetas: Isaías (1,21), Jeremías (2,2; 3,1-9), Ezequiel (que desarrolla en dos largos capítulos –16 y 23– bajo el símbolo matrimonial la historia de Israel y Judá), Deuteroisaías (50,1; 54,1-10): «tu Esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre»; (62,1-5): «como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo»).
Pero el culmen de esta revelación en el AT se encuentra en el Cantar de los cantares. Se interprete como poema de amor humano o como alegoría de la alianza entre Dios y su pueblo –ambas interpretaciones no se excluyen necesariamente entre sí–, es un sublime canto esponsal. La descripción de la belleza del esposo y de la esposa, la búsqueda apasionada –incluso dramática– del uno por parte del otro… culminan en la expresión gozosa de la mutua pertenencia: «Mi amado es para mí y yo soy para mi amado» (2,16; 6,3). La mística cristiana en particular explotará profusamente la riqueza encerrada en este libro cargado de sugerencias.
Cf. L. ALONSO SCHÖKEL, El Cantar de los Cantares, Estella 1990; R. TOURNAY - M. NICOLAY, El Cantar de los Cantares, Madrid 1970.
Hay más textos. El salmo 44 (45), por ejemplo, es un precioso canto de bodas, referido probablemente aun rey israelita. En él se canta la hermosura («eres el más bello de los hombres») y las demás cualidades del novio (vv. 2-10), y se invita a la novia a dejar su familia y todo lo suyo para entregarse al rey y recibir fecundidad («tendrás hijos que nombrarás príncipes por toda la tierra») y fama («quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones»: vv.11-18). La tradición judía y cristiana lo ha aplicado a las bodas del Rey Mesías con Israel –figura de la Iglesia–, y la liturgia ha hecho amplio uso de él en referencia a María y a las vírgenes cristianas.
Todo esto es muy hermoso, pero queda en el plano simbólico: como hemos visto, Dios no puede ser real y propiamente Esposo del hombre, pues no está a su nivel, no es «ayuda adecuada». Todas estas maravillosas expresiones han de ser consideradas –lo mismo que el conjunto del AT– como profecía. Y, como tal, espera su cumplimiento…