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Salmo 79 (80). Restáuranos

El salmo es una lamentación comunitaria ante una grave desgracia y, sobre todo, una súplica ardiente e insistente dirigida a Dios como Pastor y Viñador. Si Dios está presente (v.3), si es el Señor de los Ejércitos (v.5) que sacó a Israel de Egipto, lo introdujo en la Tierra y le dio prosperidad (vv.9-12), se comprende la interpelación apremiante: «¿por qué?» (v.13), «¿hasta cuándo?» (v.5). Dios debe actuar, porque el asunto le afecta en primera persona: es «tu viña… que tu diestra plantó… que tú has fortalecido…» (vv.15-18). El estribillo tres veces repetido (pero de manera progresivamente reforzada: vv.4.8.20) acentúa la urgencia: «vuélvete ya» (v.15).
Esta vid es la Iglesia, que sacada por Cristo de Egipto (de la esclavitud del pecado) ha echado raíces y llena todo, dando fruto abundante (vv.9-12). Pero el enemigo la «saquea» y «pisotea» (vv.13-14); este enemigo pueden ser los perseguidores, pero también los pecados de los propios miembros de la Iglesia. Antes esto, la reacción es acudir al Pastor que, presente en ella, la guía con poder (Mt 28,18-20). La Iglesia es suya, pues por ella ha derramado su sangre (Jn 10,11) y le pertenece, ya que por ella ha pagado ese precio (1Pe 1,18-19; 1Cor 6,19-20).
Cristo es la Vid y el Padre es el Viñador (Jn 15,1), el Buen Pastor (Jn 10, 11), el Hijo del Hombre que el Padre ha fortalecido (cfr. V.16), el Elegido, el Varón de tu diestra (v.18), Aquel que se ha sentado a la derecha del Padre (Hb 10,12) y a quien todo está sometido (Ef 1,19-22; 1Cor 15,25s).
Por eso, la súplica por la salvación se convierte en deseo de Cristo: «Ven» (vv. 3.15). La salvación consiste en que Dios en Cristo hace brillar su rostro (cfr. el triple estribillo y 2Cor 4,6; «muéstranos al Padre y nos basta»: Jn 14,8). De ahí que es un salmo típico de Adviento. Si nos dejamos arrastrar por la dinámica interna del salmo, toda nuestra persona se convierte en un clamor ardiente: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20). Un clamor que abraza a la Iglesia entera y a la humanidad toda: «¡Restaúranos!».