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Salmo 49 (50). Yo te libraré y tú me darás gloria

Este salmo ha de ser visto en relación con el siguiente. Dios aparece como Juez (v.4) y parte de un proceso judicial en el que acusa a su pueblo (vv.7.21); en efecto, en virtud de la alianza Dios ha hecho un pacto con su pueblo, que este ha violado. Las acusaciones se basan en un culto inadecuado (vv.8-13) y en el incumplimiento del decálogo (vv. 16-21).
Es Dios mismo quien acusa. El verdadero examen de conciencia no es un auto-análisis, sino un dejarnos confrontar con Dios y con su Palabra y dejarnos acusar por Él. Es una de las acciones del Paráclito el «acusarnos» o «convencernos de pecado» (Jn 16,8). Sólo así puede darse un profundo y sincero arrepentimiento, pues el pecado no es faltar a unas normas, sino fallar a Cristo, con quien estamos comprometidos en alianza.
El culto en cuanto ofrenda de sacrificios Dios no lo necesita; más aún, lo que podamos darle es suyo (vv.10-13). «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7). Más que darle, Dios quiere que aceptemos recibir: «Invócame el día del peligro, yo te libraré y tú me darás gloria» (v.15). Es así como dejamos a Dios ser Dios, pues al permitirle desplegar su poder salvador se manifiesta más nítidamente su grandeza y su misericordia y de ese modo puede ser reconocida su gloria. El contraste que vemos en estos versículos es el que explicita la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14): frente a la pretensión de autojustificación mediante nuestras obras, la actitud adecuada ante Dios es dejarse salvar por Él. Mientras el universo proclama espontáneamente la gloria de Dios (Sal 18,2; 96,6), el hombre lo hace normalmente como fruto de una experiencia de liberación.
La otra acusación que Dios dirige al pueblo es la incoherencia entre el culto externo y la vida moral (vv.16-21); se trata de injusticias contra el prójimo robo, adulterio, difamación… Los pecados reconocidos y de los que nos hemos arrepentido no son obstáculo en la relación con Dios (1Jn 1,9), mientras que los no confesados la bloquean totalmente (1Jn 4,20; Mt 5,23-24; Mc 11, 25).