fundación GRATIS DATE

Gratis lo recibisteis, dadlo gratis

Otros formatos de texto

epub
mobi
pdf
zip

Descarga Gratis en distintos formatos

Introducción

«Aunque toda la Sagrada Escritura está impregnada de la gracia divina, el libro de los salmos posee, con todo, una especial dulzura […]
La historia instruye, la ley enseña, la profecía anuncia, la reprensión corrige, la enseñanza moral aconseja; pero el libro de los salmos es como un compendio de todo ello y una medicina espiritual para todos. El que lo lee halla en él un remedio específico para curar las heridas de sus propias pasiones…»
San Ambrosio, De los comentarios sobre los salmos

1.- Propósito
La intención de estas páginas creo aparece bien reflejada en el título. Ante todo, debo decir que no se trata de un comentario completo y detallado de los salmos (de estos existen muchos, algunos muy buenos). Lo que he intentado es ver cómo los salmos hablan de Cristo y cómo podemos rezarlos nosotros, cristianos. El propósito es eminentemente pastoral.
En efecto, tanto mi propia experiencia como lo que he visto en otras personas indica que –sobre todo al inicio– no es fácil orar con los salmos. Esto no vale igual para todos ellos: por ejemplo, ¿quién no ha descubierto, incluso desde su primera lectura, la belleza y la confianza que transmite el salmo 23?; otros, en cambio, resultan difíciles y casi ininteligibles. Pretendo, por tanto, aportar unas pistas que ayuden a una lectura cristiana de los salmos y unas pautas que sirvan para orar con ellos hoy. Esta ha sido, por lo demás, la clave de interpretación que la Iglesia ha tenido desde el principio.
Comento cincuenta salmos, desarrollando en cada uno tres pasos: cómo lo rezó el pueblo de Israel, el salmo en labios de Jesús, y algunas pistas para nuestra oración hoy a la luz de lo anterior. Una vez captadas las claves, el lector podrá aplicarlas a los demás salmos.

2.- Fundamento
Esta convicción de toda la tradición cristiana aparece clara y perfectamente resumida en unas palabras de un autor medieval, Hugo de san Víctor, que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica: «Toda la Escritura divina es un libro y este libro es Cristo, porque toda la Escritura divina habla de Cristo, y toda la Escritura divina se cumple en Cristo» (CEC 134).
Y, más específicamente referidas a los salmos, encontramos las nítidas palabras de san Ambrosio, quien afirma: «En los salmos hallamos profetizado no sólo el nacimiento de Jesús, sino también su pasión salvadora, su reposo en el sepulcro, su resurrección, su ascensión al cielo y su glorificación a la derecha del Padre» (Comentarios sobre los salmos).
Quizá alguien pueda considerar exageradas estas afirmaciones. Sin embargo, no son invención de los Padres de la Iglesia: las encontramos en el mismo Nuevo Testamento, que realiza una lectura de las Escrituras antiguas a la luz del misterio de Cristo.
He aquí algunos textos principales: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). «Vosotros investigáis las Escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí» (Jn 5,39). Es la presencia y la luz del Resucitado la que abre el sentido de las Escrituras, antes oculto: «Empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras» (Lc 24,27; cfr. 24, 44-47, en que se menciona además expresamente «los salmos» y se afirma que Cristo «abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras»). Es la misma experiencia de Pablo, que, habiendo sido experto conocedor de las Escrituras y de la interpretación que de ellas habían dado los mejores rabinos a lo largo de los siglos, afirma que el Antiguo Testamento está como cubierto con un velo, que sólo cae cuando uno se convierte a Cristo (2Cor 3,14-16).
Una vez más, el Catecismo resume perfectamente esta convicción de toda la tradición cristiana: «Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo: «Novum in Vetere latet et in Novo Vetus patet» (S. Agustín)» (CEC 129).
Es decir, no se trata de que artificialmente se apliquen a Cristo los textos del Antiguo Testamento, sino de que en el designio de Dios el misterio de Cristo, que se manifestará plenamente al llegar «la plenitud de los tiempos» (Gal 4,4), está ya de alguna manera presente en las Viejas Escrituras.
Ello es particularmente evidente en algunos textos (pensemos, por ejemplo, en el cuarto cántico del Siervo de Yahveh –Is 53–), no tanto en otros. Podemos decir que los textos quedan abiertos a una plenitud de significado, que de hecho sólo se alcanzará en Cristo. Más aún, hay salmos que parecen hechos «a la medida de Cristo» (p. ej., los salmos 2 y 72, que resultan exagerados si los referimos al minúsculo e insignificante rey de Israel).
Finalmente, en esta lectura cristiana del AT, cuando los textos hablan de Jerusalén, Sión, el templo o Israel, deben ser aplicados a la Iglesia.

3.- Criterios
La Iglesia está convencida de que los salmos «son la obra maestra de la oración en el Antiguo Testamento» (CEC 2585) y de que «usados por Cristo en su oración y encontrando en Él su cumplimiento, continúan siendo esenciales en la oración de su Iglesia» (CEC 2586). En ellos «la Palabra de Dios se convierte en oración del hombre» y en Cristo «los salmos no cesan de enseñarnos a orar» (CEC 2587), pues «aunque un salmo puede reflejar un acontecimiento pasado», sin embargo «es de una sobriedad tal que verdaderamente pueden orar con él los hombres de toda condición y de todo tiempo» (CEC 2588).
Por tanto, conviene explicitar los criterios de interpretación que vamos a manejar:
a) fidelidad al sentido literal («todos los sentidos de la Escritura se fundan sobre el literal»: Sto. Tomás de Aquino, citado en CEC 115). Aunque no hagamos un comentario detallado del salmo en su sentido literal, de él partimos y en él nos apoyamos. Intentaremos evitar todo exceso de alegorismo.
b) normalmente tomaremos el salmo en su conjunto, en su sentido unitario (algo no siempre posible, pues en algunos salmos es difícil captar esa unidad interna) y desde él accederemos al sentido cristiano (lo cual no impedirá en algunos casos captar la relevancia de ciertas expresiones particulares).
c) esta lectura cristiana tendrá como referente principal el Nuevo Testamento y la Tradición de la Iglesia, que en muchos casos han explicitado lo que en el texto veterotestamentario permanecía velado; en los casos en que esa explicitación no se da, procuraremos hacerla en sintonía con el conjunto de la Revelación, con la Tradición –padres de la Iglesia, liturgia, santos– y con el Magisterio de la Iglesia.
d) partiendo de ello, realizaremos la actualización a la vida del creyente (aun siendo conscientes de que se tratará sólo de indicaciones y sugerencias que de ningún modo pretenden exprimir la inagotable riqueza del texto bíblico ni sus ilimitadas aplicaciones concretas).
Resumiendo, podemos descubrir en cada salmo tres niveles de lectura:
1.- cómo lo entendió y oró con él el pueblo de Israel (sentido literal)
2.- cómo oró Jesús con él y qué nos dice de Cristo (sentido cristiano o espiritual)
3.- cómo ora con él la Iglesia y cómo podemos orar nosotros con él hoy (actualización)
Partiremos del primer nivel, del que daremos algunos breves apuntes. Haremos algunas indicaciones acerca del segundo (notando que algunos salmos ya antes de Cristo se entendían en sentido mesiánico, es decir, se tenía la convicción de que hablaban del futuro Mesías). Apuntaremos, en fin, algunas sugerencias para el tercero, conscientes de que «estas cosas sucedieron en figura para nosotros» y «fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos» (1Cor 10,6.11); estas sugerencias no agotan las aplicaciones del salmo, dado que recogen experiencias humanas universales y, por tanto, aplicables a situaciones muy diversas. En todo caso, los niveles segundo y tercero deben ir en la línea y dirección del sentido literal y a la luz de la totalidad de la Revelación cristiana para no caer en aplicaciones subjetivas y arbitrarias.

4.- Sugerencia
Para orar con los salmos puede ayudar repetirlos pausadamente, saboreándolos. Se puede repetir una frase un número indefinido de veces. Como «la Palabra de Dios es viva y eficaz» (Hb 4,12), de ese modo va calando en el alma, va impregnando mente y corazón, va produciendo efectos diversos (ilumina, consuela, fortalece, convierte...)

Nota
Algunos Salmos, por razones históricas, tienen una numeración doble. Una es la numeración hebrea y otra la griega, seguida en la Vulgata. En la obra presente el número primero corresponde a la numeración griega/Vulgata, que es la usual en la Liturgia; y el segundo, a la hebrea.