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Capítulo V. La respuesta a las objeciones

a) La antropología bíblica

Decíamos anteriormente que los partidarios de la antropología unitaria apelaban al hecho de que en la antropología bíblica los términos de basar y nefes no hacen referencia a dos principios diferentes en el hombre, sino al hombre entero en cuanto que es débil (basar) y al hombre entero en cuanto viviente (nefes).

Ahora bien, más allá de esta terminología, no necesariamente perfecta, pues el pueblo hebreo no tiene una conceptualización desarrollada en campo metafísico, se da una concepción teológica sobre la resurrección que, en el fondo, es más importante para conocer la antropología hebrea. De la terminología antropológica hebrea, dice Pozo que «no es un dato primariamente teológico, aunque consignado en la Escritura. Mucho más directamente teológica es la doctrina sobre el más allá. Y pienso que fue la progresiva revelación de un mensaje sobre el más allá, lo que impulsó e hizo evolucionar las concepciones antropológicas hebreas. Con ello quiero decir que no fue el estudio del hombre lo que determinó los límites de la escatología bíblica, sino ésta la que obligó a una más profunda visión teológica del hombre». En la antropología hebrea, mientras el núcleo personal (refaim) va al sehol, el cadáver va al sepulcro. Ambos elementos -he ahí la dualidad- son salvados. Es, pues, una antropología dual (20).

Por otra parte, el mismo concepto de nefes que en un principio significaba la persona entera en cuanto viviente, en los salmos místicos va adquiriendo una evolución hasta significar el alma espiritual, la psiché espiritual en distinción del cuerpo, algo que quedará plenamente desarrollado en el libro de la Sabiduría, como ya vimos más arriba (III,1; nota 11).

b) El tiempo más allá de la muerte

Se ha apelado, como hemos visto, al hecho de que más allá de la muerte no existe el tiempo. Mientras nuestras muertes se sucederían aquí en el tiempo, en el más allá la resurrección corporal de todos los muertos coincidiría en un único momento, ya que en él no existiría el tiempo.

Ante este problema es preciso recordar algo de suma importancia. Cabe distinguir entre sucesión física (movimiento físico) y sucesión psicológica de los actos del espíritu, y ésta tendría sin duda alguna en el más allá. Alfaro, por ejemplo, hablando de la visión beatífica, dice que el hombre no pierde toda sucesión de actos, una transición a actos de la voluntad y del amor creados, un tránsito de potencia a acto, un movimiento, pues es la movilidad radical pura de la criatura. Y, sin esta movilidad, el hombre se identificará totalmente con Dios perdiendo su autonomía de criatura (J. Alfaro, Trascendencia e inmanencia de lo sobrenatural: Gregorianum, 1957, 43).

El mismo proceso de purificación que implica el purgatorio, implica una sucesión de actos hasta completar la santidad requerida. En ello se basa la posibilidad de ofrecer sufragios por los muertos (CEC 1030-1032).

c) La retribución plena del alma

Dejando la cuestión de si la resurrección corporal al final de la historia aporta al alma un aumento intensivo o extensivo de la felicidad, lo cierto es que, siendo la muerte una violencia, el alma anhela la resurrección del cuerpo y la participación en el triunfo cósmico de Cristo por su parusía, que también afectará al alma. La plenitud de la visión beatífica después de la muerte se refiere al gozo que procura el objeto de la contemplación: Dios en sí mismo; no que el sujeto de dicha contemplación esté completo. El alma separada no ha vencido aún la muerte, que es el último enemigo en ser vencido (1 Cor 14, 26) de modo que en la parusía participará de la victoria total y plena de Cristo.

Por otro lado, desde el punto de vista filosófico, es clara la posibilidad de subsistencia de un yo personal tras la muerte sin el complemento del cuerpo y la posibilidad de actos de conocimiento y amor. El conocimiento sensible que aquí procura el cuerpo es condición en la tierra de todo conocimiento intelectual, pero no es causa del mismo. Puede por tanto subsistir y conocer y amar el sujeto personal que pervive sin el complemento del cuerpo, esperando que en el gozo de Dios participe también el cuerpo propio tras la victoria final de Cristo sobre la muerte. Volvemos a repetir que la plenitud del gozo en la escatología intermedia se refiere al objeto contemplado: Dios en sí mismo, no a la plenitud del sujeto que contempla. No ha llegado todavía la fase final del reino y ello repercute en la salvación misma. Si la salvación no ha llegado aún a su plenitud es porque el reino no se ha completado en su etapa final. No podríamos entender además que el hombre gozara de una integridad total y de un triunfo total sobre la muerte y el cosmos, cuando el triunfo total de Cristo sobre la muerte y el cosmos aún no ha tenido lugar. Decíamos que, siendo el eschaton una realidad que se manifiesta en la victoria de Cristo sobre el cosmos y la muerte, no se ha realizado aún. La salvación no es aún completa y por ello el hombre tras la muerte y antes del triunfo total de Cristo no puede tener una salvación completa y definitiva.