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Prefacio del Autor a la edición española

He escrito esta sencilla Orientación pastoral sobre el Magisterio vivo de la Iglesia* para los sacerdotes y fieles de nuestra Administración Apostólica, pero creo que será útil también para los sacerdotes y fieles de otros países, especialmente los de lengua española. Algunos de estos últimos me han pedido una versión en español y mis amigos de la Fundación Gratis date generosamente me ofrecieron realizar la traducción, lo que les agradezco mucho, así como el excelente trabajo de traducción de Bruno Moreno Ramos.

* La presente Orientación pastoral continúa y complementa lo expuesto en mi Instrucción pastoral sobre el papa y el Magisterio de la Iglesia, acompañada de un catecismo sobre el mismo tema, con fecha del 24-IV-2005, con ocasión de la inauguración del pontificado del papa Benedicto XVI.

Os ruego que la recibáis y la leáis con un sincero espíritu de la fidelidad a la Santa Iglesia y con amor por la verdad (ni siquiera sería necesario recordarlo, porque conozco vuestro espíritu católico).

He intentado basarme en el Magisterio de la Iglesia, defendiéndolo de muchas ideas extrañas, que por desgracia son muy comunes hoy en día en los ámbitos católicos.

San Pío X nos enseña: «el primer y principal criterio de la fe, la regla suprema e inquebrantable de la ortodoxia es la obediencia al magisterio siempre vivo e infalible de la Iglesia, establecido por Cristo como columna et firmamentum veritatis, columna y fundamento de la verdad» (alocución Con vera soddisfazione, 10/05/1909).

Leed, por favor, esta Orientación con calma y reflexión, sobretodo la primera parte, recordando que las otras dos partes, que versan sobre las consecuencias prácticas y la aplicación de los principios, deben leerse a la luz de la primera parte, que es de tipo teórico. Se trata de un tema doctrinal muy grave, que afecta a los principios dogmáticos de la fe católica.

Como digo en el texto, hemos tomado únicamente como guías y como luz a la doctrina de la Santa Iglesia, transmitida por su Magisterio asistido siempre por el divino Espíritu Santo, y al compromiso de nuestra conciencia para con Dios, Nuestro Señor, la Santa Iglesia y las almas, sin dejarnos llevar por consideraciones y juicios humanos.

Vuestro amor por la Iglesia y vuestro deseo de ser fieles a su doctrina os hará entender todas las explicaciones contenidas en este escrito. Creemos que estas explicaciones, aunque incompletas, serán suficientes para que los católicos entiendan el problema y acepten la guía de la Iglesia, aunque somos conscientes de que, para aquellos con buen espíritu y especialmente aquellos con un buen criterio católico, no hacen falta muchas explicaciones, mientras que, para aquellos que no los tienen, por desgracia, ninguna explicación será suficiente.

Afortunadamente, después de la publicación de esta Orientación pastoral, tuvimos la satisfacción de recibir con gratitud la carta apostólica del Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, en forma de Motu Proprio Summorum Pontificum, en el que, en un gesto de bondad y generosidad, «abriendo de par en par su corazón», como él mismo dijo, y buscando «la reconciliación interna en el seno de la Iglesia», liberó para todo el mundo, como forma extraordinaria, el uso de la forma antigua del único rito romano, junto a su forma ordinaria, la Misa según el rito de Pablo VI, actualmente en vigor en la Iglesia.

Y, para hablar en términos de reconciliación y convivencia, recordemos que la nueva forma (ordinaria) de la Misa busca conseguir una mayor participación, mientras que la forma antigua (extraordinaria) expresa mejor la sacralidad y la reverencia debida al misterio eucarístico. Por esta razón, el Papa afirma que «las dos formas de uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente». Por lo tanto, así como el antiguo misal se enriquecerá con nuevos santos y nuevos prefacios, «en la celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI, se podrá manifestar, con más fuerza de lo que a menudo se ha conseguido hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el rito antiguo»**.

**Benedicto XVI, Carta a los Obispos, que acompaña el Motu Proprio Summorum Pontificum (7-VII-2007).

Nuestra Administración Apostólica, que ya tenía este privilegio concedido por la Santa Sede, aplaude calurosamente esta iniciativa del Santo Padre, tan beneficiosa para toda la Iglesia, y expresa su agradecimiento.

La publicación en español de esta Orientación Pastoral coincide con el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, ocasión, por lo tanto, muy oportuna para reflexionar sobre el mismo, al cual dedicamos la tercera parte de este opúsculo.

Por parte de los católicos más afectos a la Tradición, existe una tendencia equivocada a afirmar que es posible rechazar sus documentos, los cuales no serían obligatorios, al no ser infalibles o definitivos, olvidando que son enseñanzas oficiales del Magisterio –verdades del tercer apartado de la Profesión de Fe (cf. Ad tuendam fidem – can. 752, 1371, § 1), que forman parte del Magisterio auténtico– a las cuales debemos prestar nuestro asentimiento religioso, interno y externo, de la voluntad y de la inteligencia.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña:

«La asistencia divina es también concedida a los sucesores de los apóstoles, cuando enseñan en comunión con el sucesor de Pedro (y, de una manera particular, al obispo de Roma, Pastor de toda la Iglesia), aunque, sin llegar a una definición infalible y sin pronunciarse de una “manera definitiva”, proponen, en el ejercicio del magisterio ordinario, una enseñanza que conduce a una mejor inteligencia de la Revelación en materia de fe y de costumbres. A esta enseñanza ordinaria, los fieles deben “adherirse con espíritu de obediencia religiosa” (LG 25) que, aunque distinto del asentimiento de la fe, es una prolongación de él» (CEC 892).

En nuestra Orientación Pastoral, recordamos la distinción que debemos realizar entre las discusiones pastorales y el texto de la promulgación oficial de los documentos, que son los únicos que exigen nuestro asentimiento.

También recordamos que, en la relación entre el Magisterio y la Tradición, debemos considerar que, aunque la Tradición y la Sagrada Escritura constituyen el fundamento de cualquier afirmación del Magisterio, en el orden del conocimiento es del Magisterio de quien recibimos esa afirmación.

Es el Magisterio quien me hace conocer lo que pertenece o no a la Tradición apostólica; no soy yo quien debe juzgar al Magisterio en función de lo que puedo comprender de la Tradición. Si bien el Magisterio no está por encima de la Tradición ni de la Sagrada Escritura, sí que está por encima de todas nuestras interpretaciones de la Tradición y de la Sagrada Escritura.

Esto es lo que explicó claramente el Beato Juan Pablo II al entonces cardenal Joseph Ratzinger:

«...no es lo antiguo como tal ni lo nuevo en sí mismo lo que corresponde al concepto exacto de la Tradición en la vida de la Iglesia. Este concepto designa, en efecto, la fidelidad duradera de la Iglesia a la verdad recibida de Dios a través de los acontecimientos mutables de la historia. La Iglesia, como el padre de familia del Evangelio, saca con sabiduría «de su tesoro lo viejo y lo nuevo» (cf. Mt 13,52), manteniéndose en la obediencia absoluta al Espíritu de la Verdad que Cristo entregó a su Iglesia como guía divino. Esta delicada tarea de discernimiento la lleva a cabo la Iglesia por medio de su Magisterio auténtico (cf. LG 25)»***

*** Carta In questo periodo al cardenal Ratzinger (04-VIII-1988: AAS, 1988, pgs. 1121-1125).

Gracias a Dios, después del Concilio Vaticano II, el Magisterio de la Iglesia nos ha dado muchos documentos que esclarecen su verdadero sentido y nos muestran el camino de la verdad católica.

Así, recibimos con gran alegría el documento en forma didáctica del 10 de julio 2007: las Respuestas a las preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ratificadas y confirmadas por el mismo Santo Padre, que ha ordenado su publicación, velando una vez más para ofrecer, en contra de la interpretación modernista, la interpretación católica oficial de los textos del Concilio Vaticano II.

Estos documentos confirman la enseñanza que damos en nuestra presente Orientación pastoral sobre el magisterio vivo de la Iglesia, lo cual nos proporciona un gran consuelo, porque sabemos que estamos en perfecta armonía con las enseñanzas del Santo Padre y del Magisterio de la Iglesia en las circunstancias actuales.

En relación con esta Orientación Pastoral, recibí una carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 28 de abril de 2008, que presenta el siguiente dictamen:

«La respuesta y los argumentos contenidos en la obra de Su Excelencia Dom Fernando Rifan son doctrinalmente válidas y acordes con el Magisterio de la Iglesia... La obra también parece adecuada para los fieles que la lean sin prejuicios».

El cardenal Darío Castrillón Hoyos, en su discurso ante la Asamblea de la V Conferencia del CELAM, en Aparecida, el 16 de mayo de 2007, en referencia a nuestra Administración Apostólica y a su influencia en la decisión del Papa, influencia que se debió a las buenas relaciones entre la diócesis de Campos y nosotros, recuerda los buenos frutos que estas relaciones han producido, después de nuestro reconocimiento canónico. Éstas son las palabras del cardenal:

«...los fieles que se han inscrito en la Administración Apostólica están contentos de poder vivir en paz en sus comunidades parroquiales. Y lo que es más, algunas diócesis del Brasil han establecido contactos con la Administración apostólica de Campos, la cual ha puesto a su disposición sacerdotes para la atención pastoral de los fieles tradicionalistas de sus iglesias locales. El proyecto del Santo Padre ya ha sido parcialmente experimentado en Campos, donde la coexistencia pacífica de las dos formas del único rito romano de la Iglesia es una hermosa realidad. Esperamos que este modelo también produzca buenos frutos en otros lugares de la Iglesia, en los que conviven fieles católicos con diferentes sensibilidades litúrgicas. Y esperamos también que esta convivencia atraiga también a aquellos tradicionalistas que todavía están lejos».

La crisis actual es, en realidad, una crisis de fe. Reavivemos, pues, nuestra fe en la Santa Iglesia y en la asistencia perenne del divino Espíritu Santo, fruto de la promesa de su divino Fundador.

La oración diaria, la devoción a la Santísima Virgen, Madre de la Iglesia, la Sagrada Eucaristía, sacrificio y sacramento, serán la garantía de nuestra fidelidad y nuestra perseverancia.

A todos los lectores, con mis humildes oraciones, mi cordial bendición episcopal.
En Jesús y María,

† Fernando Arêas Rifan
Obispo titular de Cedamusa,
Administrador Apostólico

Campos (Brasil), a 8 de abril de 2012