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Por fin Marina pasó sus años de adolescencia. Como ella confiesa:
(M 14) «Tenía un atractivo de Dios cada día mayor, y desde Londres escribí diciendo quería entrar ya [en el Carmelo]. No se opusieron... y entré el 16 de diciembre de 1972». Recién cumplidos los 17 años, el 7 de diciembre.
Marina era entonces una joven
(CE 10) cuyo «encanto personal y sus cualidades le daban un particular atractivo. Disfrutaba mucho con la caza y su puntería era certera, le gustaba la velocidad y también fumar. A propósito de esto, un poco antes de entrar, acudió al convento de Aldehuela para despedirse de N. M. Maravillas [Santa Maravillas de Jesús, la fundadora de San Calixto]. La persona que iba con ella hizo notar a la santa carmelita el “vicio” de Marina y, con su habitual benignidad y bondad, N. M. Maravillas le dijo: “Tiene que costar mucho dejar de fumar ¿verdad?”. Como despedida, le regaló un crucifijo que N. Madre llevó con gran veneración durante los 34 años de su vida en el Carmelo».
Al ingresar en el Carmelo, no estaba Marina todavía perfecta en la fidelidad a la gracia, ni mucho menos. Según ella misma cuenta
(M 17)... «a trancas y barrancas me fue el Señor indicando el camino. Las trancas y barrancas no fueron por parte de Dios, sino porque había faltas de fidelidad pequeñas, consentidas, que no decía... las confesiones eran verdaderas, pero camufladas, es decir, decía el pecado, pero lo más disimulado posible. Sufrí mucho. Es el único escollo que tuve».
«Fui y soy muy feliz. En todo lo demás, tuve muchísimas ayudas en el convento, tanto en el noviciado como en la comunidad, de ejemplos admirables de virtud, con un gran espíritu de mortificación, silencio, humildad y caridad».
Inicios en el Carmelo
(CE 12) «Como es natural, a una joven de diecisiete años, como ella, con gran vitalidad y muy deportista, tenía que costarle mucho permanecer en la celda, haciendo la labor encomendada; pero nunca se le ocurrió buscar una excusa para dejar la celda. A veces, yendo con las novicias por el tránsito, recordando sin duda sus partidos de baloncesto, daba un salto y tocaba el techo con la mano; como era tan alta, lo hacía con gran facilidad.
«Podría pensarse que siendo tan joven, tan querida por todas, sería la “mimada” del convento; sin embargo, no hubo con ella excepciones. Por ejemplo: no siempre que acudían al locutorio sus abuelos, tíos o familiares entraba ella a la visita, dándose la circunstancia de que estaba enterada de su llegada. Seguramente le costaría un gran vencimiento, pero al exterior, siempre con una sonrisa dulce y serena. Ella había entrado para dárselo todo al Señor y no se conformaba con entregarse a medias.
«Como ya hemos dicho, su abuelo sentía por ella un cariño extraordinario y cuenta la sacristana que a veces, sólo por verla recogida, se asomaba a hurtadillas por detrás del sacerdote, cuando éste daba la comunión a las monjas por el ventanillo. Su abuela, a fin de alcanzar del Señor la perseverancia de la nieta, ofreció el sacrificio de no tomar dulces y, al enterarse ella le dijo para tranquilizarla: “Abuela, puedes comer todos los que quieras, que yo estoy aquí muy contenta y no pienso salir”.
(CE 13) «Una anécdota curiosa que nos demuestra cuánto la quería toda la gente de la aldea [que la conocían desde muy niña], es la siguiente: Manuel Caballero, el hortelano, hombre fiel y trabajador como pocos, le dijo un día a la M. Teresa [entonces Priora]: “Estoy pensando, Madre, que le dejo aquí la moto, para que la niña se entretenga un rato por la huerta”. Y es que no podía comprender que pudiera adaptarse a un cambio de vida tan grande, después de haberla visto montando a caballo o estar al aire libre la mayor parte del día».
(CE 13) «El 10 de junio del año siguiente [1973] tomó el Santo Hábito, con el que tanto había soñado desde pequeña. A la ceremonia acudió mucha gente, entre ellas una de sus amigas, la cual, después de presenciarla quedó tan impresionada, que al poco tiempo entraba también en este Carmelo».
Votos temporales y perpetuos, 1974, 1977
(CE 14) «Pronunció los Votos Temporales el 14 de junio de 1974, coincidiendo con las Bodas de Oro de sus abuelos, D. Julio y Dña. Magdalena...
«Su consagración definitiva al Señor, mediando los Votos Perpetuos, fue el 19 de junio de 1977. Esta vez, la frase elegida para el recordatorio era de N. P. San Juan de la Cruz: “Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, mas en la grandeza de su humildad”, y la retrata con perfección».
Humildad y trabajo
(CE 14-15) «Es difícil encontrar una persona que sobresalga por sus grandes dotes y cualidades y, a la vez, se conserve humilde. Pero esta armonía se dio perfectamente en N. Madre. Era tal su inteligencia, su capacidad de organizar, de dirigir, de resolver cualquier imprevisto, su agrado natural y su conocimiento de la vida que, cualquiera que la tratase, se sentía como atraída hacia ella... cuántas veces ponderábamos las maravillas que salían de sus manos, pues para todo valía; y nos respondía invariablemente: “Esto no es mío, me lo ha dado Dios, cuando Él quiera, me lo puede quitar”, y lo decía con toda sencillez, sin la más mínima vanidad»...
(CE 15-16) «Su primer oficio en la Comunidad fue el de “tercera”, es decir, ocuparse de la huerta y de todo lo relativo a los edificios del convento, atendiendo por tanto a los trabajadores y técnicos necesarios. Este oficio puede decirse que lo desempeñó a la perfección hasta el fin de sus días. Los ejemplos que hemos visto en N. Madre serían para no terminar: toda su energía, inteligencia y capacidad las puso al servicio de la Comunidad, con una abnegación ilimitada, permaneciendo en su puesto, junto a los obreros, en la remodelación de la huerta, disponiendo drenajes y nuevos sistemas de cultivo, en el sondeo de pozos, en el equipamiento de los talleres, soportando las inclemencias del tiempo o largo ratos de pie o acudiendo, incansable, a supervisar cualquier trabajo que se llevaba a cabo... Llegó a entender tanto de albañilería, fontanería, carpintería, electricidad, etc., que los mismos técnicos le preguntaban a ella y se guiaban por sus consejos...
«En el trato con el hortelano, obreros y demás personal era de una exquisita caridad, con sencillez, sin familiaridad, hablándoles de Dios siempre que podía, dándoles estampas o instruyéndoles. Sin ningún respeto humano, cuando había que hacer algo difícil, rezaba en alto, delante de ellos. Según ella, nunca estaba cansada, nunca se sentía mal, incluso cuando recibía tratamientos de quimioterapia y radioterapia. Trabajaba mucho y siempre con la misma sonrisa».
(CE 17-18)... «su mesa de trabajo era un verdadero muestrario de objetos diversos para arreglar o rehacer... Era un olvido de sí completo, un pensar en los demás, envuelto en paz interior que se reflejaba en su sonrisa... A veces, siempre bajo obediencia, completaba sus trabajos por la noche, robando tiempo al sueño. Como se puede suponer, se hacía querer de todas».
(CE 18) Como herencia de su madre, tenía gran habilidad para el dibujo y la pintura... Y «durante algunos años estuvo de ayudante en el Noviciado».
Ella misma reconocía sus habilidades múltiples:
(M 18-19) «Para las cosas de la vida, del trabajo... Dios me ha dado muchas cualidades, y a los ojos profanos, mi vida era un triunfo continuo. Valía para todo (menos para cantar, pues tengo mal oído; pero a pesar de ello me pusieron de cantora)».
Es normal que las hermanas de una Comunidad, cuando tienen alguien con tantas habilidades y de tan buena voluntad, sin darse cuenta de ello, la abrumen con un sinfín de encargos. Así sucedía a veces en nuestro caso, como la misma Marina lo confiesa:
(M 25) «Las monjas me pedían muchas cosas. Tan pronto tenía que soldar un hierro, como arreglar una tubería, pintar un cuadro, organizar un altar o lo que fuese... Este camino me santificó mucho, y por él me dió el Señor mucho olvido propio. Aunque había faltas de fidelidad en el modo de salir con todo a la vez, y también muchas veces impaciencias, porque algunas veces era un exigir tan tremendo de cualquiera, que me daban ganas de estrellarlas y demostraba la impaciencia con voz alta, gestos y reprensiones» (25).
Oración
Sor Marina, al parecer, llegó a la oración semipasiva relativamente pronto.
(CE 13-14) «Según las Hermanas que estaban a su lado, impresionaba el recogimiento tan profundo que guardaba en la oración, de rodillas, inmóvil...»
(21) Una Hermana nos refiere que, siendo ya Priora la M. Marina, «en una ocasión le preguntó a N. Madre cómo, en medio de tantas ocupaciones y con su salud quebrantada, podía someter la imaginación, sobre todo en los ratos de oración, y N. Madre le respondió: “La verdad es que no me cuesta, para mí es como un acto reflejo, instintivo, en que el alma se vuelve a sí”». En un papelito suyo que se encontró, había escrito: «En cuanto pueda, volver el recogimiento interior con Él. Conservar el corazón muy libre y sólo para Jesús».
Así lo refería ella misma:
(M 20) «Es un recogimiento interior muy profundo, en medio de muchísimas cosas, recados, jaleo, actividad intelectual... No pienso nada, solo amo, me entrego a su voluntad con un abandono y olvido propio total. Noto clarísimo que soy suya, que él me lo da todo y se quiere valer de mí para realizar su obra.
«No hay en estos sentimientos nada sobrenatural, pero tampoco se pueden procurar si Dios no los da».
Marina se sentía tan pecadora, especialmente por ciertas faltas de su juventud, que
(M 21-22) «me parecía que la Virgen no me podía querer. Era una verdadera angustia, y le pedía mucho que me tuviera por hija y me diese devoción a ella.
«Un día, estando en refectorio antes de cenar, sentada en mi sitio, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, recogida, pero sin nada especial, vi clarísimo con los ojos del alma que estaba la Virgen a mi lado. Era al lado izquierdo, y como si me abrazase. Fue un instante. Al mismo tiempo, tuve la certeza absoluta (dentro de lo que uno puede asegurar en este terreno) de que la segunda persona de la Sma. Trinidad estaba delante mía y me besaba en la frente».
Es de notar que, al menos por lo que yo sé, en su vida apenas se registra ningún otro fenómeno espiritual extraordinario. Pero, ciertamente, esta gracia marcó profundamente su alma, y su huella se mantuvo siempre viva (M 22).
Lecturas y devociones
En lo referente a las lecturas espirituales, Marina no era lectora de muchas obras. Prefería sobre todo a San Juan de la Cruz:
(M 35) «Es el libro que más me gusta y en el que encuentro mayor consolación. Me consuela la Noche oscura, y más aún el Cántico. Quiero decir con esto que me consuela todo...
«La Santa Madre S. Teresa también me gusta muchísimo. Santa Teresita no me cansa nunca. Sor Josefa Menéndez. Él y yo, de Gabriel Bossi me gusta mucho».
En cuanto a devociones personales más acusadas,
(36) «la primera y principal el Corazón de Jesús. En él vivo y radica toda mi vida espiritual, pues más que devoción es vida».
«A la Virgen la trato mucho como a mi Madre. Cada vez es más tierna la devoción que tengo hacia ella. Todo me viene por ella, y en los momentos principales ha sido ella la mano de Dios. Tengo la pena de que me cuesta mucho rezar el rosario sola».
(37) «San José es el santo que más quiero... A los Santos que más me encomiendo son Santa Teresita, N. M. Maravillas, la M. Teresa de Calcuta. A Santa Ana también, en la devoción de los 40 padres nuestros».
Cáncer, 1994
(M 25) «Así llegué al día 10 de junio de 1994. Ese día, creo, fiesta del Corazón de Jesús, ya sabía que tenía algo en el pecho. Lo había notado en la novena al lavarme».
Por ese tiempo hubo elecciones en el convento:
(26) «Tuvimos la elección de Priora, siguiendo con las Madres Mª Josefa de Priora y M. Teresa María de Supriora. Todas muy contentas». Pero ya entonces pudo ver que no pocas pensaban en ella para Priora (27).
(26) «Tenía muchísimas cosas a mi cargo por entonces, y con el calor del verano presente, pensé que o lo decía inmediatamente o lo dejaba para después de verano. Opté por lo último, en realidad por no dar quehacer con el calor y porque Nuestra Madre tenía ya problemas con una de las monjas de importancia, y no quería darle más que sufrir.
«Esto de no dar la lata a los demás es de las cosas más características de mi modo de ser, sea por timidez, por soberbia o por virtud. Quizá todo junto».
«Pasé todo el verano cansadísima y trabajando una enormidad».
Así las cosas, dejó para después del verano una revisión médica. Cuando por fin fue examinada en Córdoba,
(27-28) «concertaron la operación inmediatamente. Tuve dos carcinomas muy graves y diez adenopatías, cuatro de ellas metastásicas. Lo cosa era grave y estaba muy extendida. La operación ni la noté, la quimio sí, fue terrible, y la radio mejor, pero me dejaron muy agotada. De la noche a la mañana “mi Potencia” se quedó en “nada”, que era lo que me correspondía».
Sin embargo, el Señor (28) «me dió una certeza enorme de que no me iba a morir. Que deseaba prepararme para esto de llevar la comunidad, y que para ello debía madurar en la cruz».
El Señor, por medio de la enfermedad, aceleró mucho el crecimiento espiritual de Marina, especialmente en la caridad fraterna. Toda su vida tuvo problemas con su genio, pues, aunque su natural era muy afable, ciertas faltas de veracidad o de responsabilidad en los prójimos le causaban una irritación que a veces no podía dominar. Pues bien,
(M 30) «Dios imprimía en mi alma la caridad, no sé explicarlo, pero fue por medio de la Virgen María, como si Ella ciñese mi alma de caridad.
«Desde entonces me es muy difícil faltar a la caridad. Tengo como una ayuda especialísima del Señor y mucha finura de alma para cualquier falta».
Desde la operación quirúrgica, realizada el 13 de octubre de 1994, cuando Marina tenía 38 años, que se inició por la tarde y que duró hasta medianoche, comienza para ella un via crucis que había de durar doce años.
En ese largo tiempo,
(CE 19) «N. Madre recibió 71 ciclos de quimio y 44 de radio, número que supera, con mucho, lo normal».
71 quimioterapias y 44 radioterapias. Este dato se dice en pocas palabras, pero apenas es posible imaginar lo que realmente significa de esfuerzo y penalidades. Téngase en cuenta además que para ir a recibir estos tratamientos en Córdoba, era preciso viajar desde San Calixto 73 kilómetros, de los cuales los 18 primeros, hasta Hornachuelos, son una una serie interminable de curvas. Recibía en Córdoba el tratamiento y normalmente regresaba al Carmelo el mismo día.
(CE 20) «En abril del año siguiente, nuestra alegría fue inmensa al comunicarnos que, en las últimas pruebas, todo estaba bien. Su familia pudo acudir a su lado durante estos meses de tratamiento, ya que con frecuencia tenía que ser ingresada; la veían tan animosa, tan llena de vida, que creyeron, lo mismo que nosotras, que se había curado del todo».