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Introducción

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, por don de Dios, comienzo a escribir la vida de la Madre Marina de Cristo (1955-2006), carmelita descalza del Carmelo de San Calixto, Córdoba, España.


El monasterio de El Tardón

San Calixto es un lugar muy apartado, en lo alto de Sierra Morena, a 73 kilómetros de Córdoba, y a 18 de Hornachuelos, el pueblo más próximo. Hablando Santa Teresa de Jesús de ese lugar, escribe:

«Supo [el padre Mariano] que cerca de Sevilla estaban juntos unos ermitaños en un desierto [«desierto» en el sentido carmelitano] que llaman El Tardón, teniendo un hombre muy santo por mayor, que llamaban Padre Mateo. Tenía cada uno su celda y aparte, sin decir oficio divino, sino un oratorio adonde se juntaban a misa. No tenían renta, ni querían recibir limosna, ni la reciben; sino de la labor de sus manos se mantenían y cada uno comía por sí harto pobremente. Parecióme, cuando lo oí, el retrato de nuestros Santos padres» (Fundaciones XVII).

En efecto, según refiere un antiguo documento, La leyenda de San Calixto, dos discípulos de San Juan de Ávila, a mediados del XVI, quisieron hacer vida solitaria contemplativa, y eligieron aquel lugar, en el que había una ermita dedicada a la Virgen. En poco tiempo eran ya cuarenta hermanos, formando una comunidad bajo la dirección del Padre Mateo, que les dio una Regla muy sencilla. Más tarde, obedeciendo un Breve de San Pío V (+1572), se acogieron a la Regla de San Basilio. El monasterio llegó a tener con el tiempo un centenar de monjes, y en su iglesia se continuó el culto a la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Sierra. En 1808 la invasión napoleónica lo redujo a ruinas.


El Carmelo de San Calixto (1956)

La divina Providencia dispuso que Santa Maravillas de Jesús realizara en ese lugar preciso la fundación de su séptimo Carmelo.

Don Julio Muñoz Aguilar y su esposa Doña Magdalena Muguiro Frigola, Marqueses de Salinas –los abuelos de Sor Marina–, compraron en 1940 la finca de San Calixto, atraídos por su belleza y por la venerable tradición del lugar. Pronto Don Julio acometió la formidable tarea de reconstruir, en aquellos años difíciles de postguerra, la iglesia en ruinas.

Finalizada la obra, aquel grandioso templo de 20 metros de altura, con una torre de 45, planta de cruz griega y cúpula de media naranja, estaba pidiendo la celebración del culto divino y la presencia de Cristo en el sagrario, el único que habría entonces a muchos kilómetros a la redonda. Varias Ordenes religiosas, a las que se les ofreció fundar allí, no pudieron dar su aceptación.

Don Julio, sin embargo, persistía en el intento de restaurar aquel monasterio. Una hija suya carmelita, Piedad, comunicó el proyecto a la Madre Maravillas, y ésta fue desde Arenas de San Pedro a conocer la finca. Después de visitar el lugar, escribió la Santa en una carta:

«Ha sido cosa de Dios, desde luego, pues no iba nada, nada animada a que se hiciese allí. No pensaba de ningún modo dejarlo decidido, y no pude por menos de hacerlo. Es preciosísimo aquello, con naranjos, limoneros, flores, vistas ideales y, sobre todo, el recuerdo de aquellos tan santos solitarios del Tardón» (Cta. 2892).

Los Marqueses, que habían construido su casa anexa a la iglesia, quieren correr con todos los gastos y trabajos materiales de la fundación. Santa Maravillas les pone como condición que el convento se construya en estricta pobreza. En un año se edifica el Carmelo, también anexo al templo. Y San Calixto, aquella gran finca de caza, es ahora un pueblecito en el que varias casas blancas, donde viven los trabajadores, se agrupan junto a la casa patronal y el convento, al amparo de la iglesia y de su gran torre.

El 30 de mayo de 1956 se inaugura el Carmelo. Ya hay otro Sagrario en la Cristiandad. Ya se abre otra «Casa de la Virgen», ésta en honor de Nuestra Señora de la Sierra. Es el Señor quien la ha hecho, y está contento, pues como decía Santa Teresa,

«gran cosa es lo que agrada al Señor cualquier servicio que se haga a su Madre» (Fundaciones X,5).

Llegan las monjas y, mientras suenan las campanas celebrando su venida, lo hallan todo dispuesto –caso único entre las fundaciones de Santa Maravillas–: cada cosa en su sitio, la cena preparada... Solo queda entrar y, por el camino de la cruz, bien trazado en las Constituciones de Santa Teresa, con el favor de Dios, llegar a la santidad.

El Señor Obispo y sus acompañantes, la incipiente comunidad de carmelitas, los Marqueses de Salinas, los trabajadores del lugar, todos celebran felices el gran acontecimiento. Y el hijo de los Marqueses, Íñigo Muñoz Muguiro, toma en brazos a su única hija Marina, de seis meses, y levantándola ante las monjas y todos los presentes, exclama alegre: «¡Por esto merece la pena vivir!».

Poco después, en septiembre, Íñigo, que era congregante mariano, habiendo comulgado el primer viernes, viaja en coche el sábado 8, Natividad de la Virgen María, para reunirse con su familia, que estaba veraneando en Zarauz, Guipúzcoa, y muere en un grave accidente.

Unos meses después, en enero de 1957, su viuda, Marina Ybarra Mendaro, da a luz a Íñigo, su segundo hijo.


Ejercicios espirituales conmigo, 1995

En octubre de 1995, el Señor me concedió dar ejercicios espirituales en el Carmelo de San Calixto. Atendí en los ratos libres a algunas hermanas en el locutorio, y entre ellas a Sor Marina de Cristo. Nieta de los fundadores de aquel Carmelo, había ingresado en él a los 17 años, iba a cumplir los cuarenta, y era ayudante de la Maestra de novicias.

Tratando con Sor Marina en el locutorio –oculta ella en la oscuridad, detrás de las rejas, según la norma de su Carmelo–, pude comprobar que había recibido de Dios excepcionales cualidades de naturaleza y de gracia. Pero también entendí que estaba expuesta a ciertas especiales tentaciones, aunque solo fuera por el brillo de su condición familiar y de su anterior vida en el mundo.

Un mes más tarde, por la gracia de Dios, le escribí una carta en la que le daba algunos avisos, casi todos en el sentido de que se mantuviera oculta; también, concretamente, en cuanto a realizar dibujos por encargo o para obsequiar a algunos amigos o benefactores de la Casa, pues era buena dibujante:

(13-XI-95) «Me dió una gran alegría cuando Ud. me dijo que nunca antes había pedido hablar con un padre en el locutorio [llevaba entonces 23 años en el Carmelo]. Dios la bendiga, y siga concediéndole evitar desahogos, consultas vanas, consuelos innecesarios, vanidades de amor propio. A quien ama la Cruz y la obediencia no le hace falta normalmente consultar nada, pues todo lo tiene muy claro, a la luz de la Cruz, que todo lo simplifica y purifica...

«Guárdese entera para el Señor, que la eligió, la llamó y la tomó consigo para siempre como esposa. Manténgase bien velada. Creo que con eso agrada muchísimo al Señor».

Sor Marina me contestó con una larga carta, agradeciendo mis avisos y correcciones. Había sido operada de cáncer el año anterior, y

(M 25-XI-95) «en un momento de intimidad con Él, antes de la operación, me ofrecí al Señor a todo lo que Él quisiera... Con respecto a lo que me decía usted de la pintura, voy a procurar con toda el alma hacer lo que me indica y no mostrarme propicia en lo que de mí dependa a exhibirme...

«Me gustó mucho lo que me decía en su carta de que “a la luz de la Cruz todo se simplifica y purifica”. Y es que yo no sé, pero la vida espiritual se me hace tan sencilla como un tren que va por la vía y que solo la soberbia le hace descarrilar de vez en cuando».


Dirección espiritual por carta

Por la amplitud de su carta y la manifestación tan abierta que me hacía de su alma, parecía como si pudiera iniciarse una dirección espiritual por carta. Y por eso le escribí a la Priora de San Calixto, la M. María Josefa del Corazón de Jesús:

(11-XII-95) «No tengo muy claro si conviene o no escribir cartas a una carmelita, Sor Marina, p.ej. En principio, creo que más conviene que una monja se equilibre sola con el Solo, con la Madre Priora y las Hermanas... sin más. Puede haber excepciones: sufrimientos y pruebas especiales, escrúpulos terribles, gracias místicas que se quieren verificar, para evitar engaños, etc. Pero, normalmente, creo que es mejor “no destapar la olla exprés” que es la religiosa en total clausura, toda para Dios: “solo Dios basta”».

«¿Me equivoco?

«En el caso de Sor Marina (lea la carta que le envío) igual. Si Ud. –que tiene buena vista– ve que alguna vez le conviene, le dice que me escriba. Si se acelerase su enfermedad “pasada” (?) y se viese en apuros –puede Dios permitirlo–, que me escriba, si a la Priora actual o futura así le parece».

Y en carta adjunta le decía yo a Sor Marina:

(11-XII-95) «No le pida a la Priora –si no tiene necesidad, entonces sí– licencia para escribirme. Esté con Dios. Pero si ella, por su cuenta, se lo indica, entonces, si le parece, me escribe. ¡Quede con Dios!».

Después de estas cartas hubo un completo silencio de dos años.


Inicio de la dirección espiritual, 1997

En noviembre de 1997 la comunidad carmelita de San Calixto elige a la Madre Marina como Priora. Ella prevé los trabajos y responsabilidades que se le vienen encima, según aquello de Santa Teresa: «me parece cosa de mucho peligro tener cargo de almas» (Fundaciones 38,26). Y por otra parte, quiere seguir bajo la bendición de la obediencia. Por eso me escribe, pidiendo que le ayude con una dirección espiritual:

(M 20?-XI-97) «Las monjas no saben nada de mi salud. Sí lo sabe la Madre Mª Josefa [la anterior Priora, entonces Supriora]... En estas circunstancias y por encontrarme si bien muy amparada por el Señor, pero necesitada de dar cuenta de conciencia a alguien, he pensado pedirle si me pudiera dirigir espiritualmente. No sé si será buscarme a mí misma. Si así lo ve usted, dígamelo, y se deja todo. El pensar en usted es porque está muy lejos [en Pamplona, a unos 860 kilómetros]... y porque tiene una espiritualidad que es la que el Señor pone en mi alma».

Yo le escribí aceptando la propuesta. Al menos en la Asociación en la que está integrado el Carmelo de San Calixto, es relativamente normal que las religiosas no tengan particular atención espiritual de un sacerdote. Saben bien, sin embargo, las religiosas que esta dirección puede a veces ser conveniente, como la que tuvo Santa Teresa con el P. Gracián o Santa Maravillas con el P. Torres. Ambas consultaron muchas veces con éstos y otros maestros espirituales.

La Madre Marina me escribió entonces:

(M 26-XI-97) «Intentaré ser lo más sincera posible. Nunca me he abierto con nadie por temores diversos... Lo cierto es que necesito dar cuenta de conciencia ya que, en mi situación actual, sin hacerlo, acabaré dejándome llevar de las cosas, obligaciones y habría menoscabo hacia el Señor en la vida interior...

«Tengo muy poco tiempo, apenas nada, pero me resulta fácil escribir, y con la ayuda de Dios, la cosa irá saliendo... Respecto a su contestación a las cartas me deje siempre para el final. Con todas las cosas de importancia que Ud. tiene sería terrible dejase algo de gloria de Dios por mi culpa».

Y así quiso Dios que comenzara una dirección espiritual que duró ocho años y medio, hasta la muerte de Madre Marina. Conservo 132 cartas de ella –algunas son breves octavillas– y 76 cartas mías.


Las tres fuentes de esta biografía

Esta breve Vida de la Madre Marina de Cristo nace, pues, de tres fuentes principales:

–La Carta de edificación (=CE), escrita a su muerte, según la costumbre carmelita, por la M. María Josefa del Sagrado Corazón, entonces Priora. Habiendo ingresado en San Calixto en 1959, la M. María Josefa conoció a Marina cuando ésta tenía cuatro años. Ella fue Priora antes de que la M. Marina lo fuera por tres períodos, durante los cuales fue Supriora.

–La breve autobiografía que la Madre Marina, a indicación mía, al iniciar conmigo la dirección espiritual, escribió en 51 páginas de un cuaderno escolar. La citaré por su página (p. ej., M 24).

–Las cartas que ella me escribió en la dirección espiritual (las citaré por su fecha, p. ej., M 26-XI-97).

En cuanto al hecho de que un director espiritual dé a conocer la vida de una persona por él dirigida, he tenido en cuenta otros casos anteriores de la tradición católica. Conocemos, por ejemplo, la vida interior de Santa Catalina de Siena por la biografía que de ella escribió su director, el dominico Beato Raimundo de Capua. O la vida de Santa Gemma Galgani, gracias a los escritos de su director pasionista, el padre Germán de San Estanislao.

A mi entender, si Dios dispuso en su providencia que la M. Marina llevara una dirección espiritual en los últimos ocho años y medio de su vida, fue 1.-para aumentar en ella el mérito de la obediencia, 2.-para darle también confortación y consuelo en sus tareas de Priora; pero sobre todo, 3.-para que hubiera un testigo de la obra maravillosa de Su gracia, que pudiera luego manifestarla a la Iglesia, como ahora lo estoy haciendo en esta breve biografía.

Téngase, por otra parte, muy en cuenta que cuando cito fragmentos de las cartas de la M. Marina, solo transcribo unas pocas confidencias espirituales, aquellas que estimo más edificantes. Pero esto no debe equivocar al lector, pues podría pensar que ella en sus cartas estaba hablando continuamente de sí misma. Muy por el contrario, lo hacía siempre en forma breve y sobria, como podrá apreciarse en las citas que transcribo. Ella en sus cartas me exponía sobre todo, con gran diferencia, consultas de doctrina o asuntos de su gobierno prioral.

Al transcribir partes de sus cartas, pongo en cursiva solamente las palabras que ella misma ha subrayado. En bastantes ocasiones, para facilitar la lectura, añado puntos y comas. Cuando en el texto que cito incluyo puntos suspensivos... soy yo quien los pongo normalmente; ella no los usaba casi nunca. Con esos puntos suspensivos indico que pasamos a otro fragmento de la misma carta.