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I.– Vida

Infancia (1891-1904)

El 4 de noviembre de 1891 nace en Madrid una niña, que es bautizada en la parroquia de San Sebastián el día 12. Se le impone el nombre de María de las Maravillas, por la devoción que su madre tiene a Nuestra Señora de las Maravillas, patrona de un pueblo murciano de donde procede su familia.

Su padre es don Luis Pidal y Mon, segundo Marqués de Pidal, un tiempo Presidente del Consejo de Estado, y entonces representante de España ante la Santa Sede. Su madre es doña Cristina Chico de Guzmán y Muñoz. Ambos son muy buenos cristianos. En la capilla familiar, con los empleados domésticos, participan cada día en la Misa y rezan el rosario. La madre de doña Cristina, doña Patricia Muñoz, viuda, vive con ellos, ha hecho voto de pobreza, e influye mucho en la formación espiritual de su nieta Maravillas, le lee vidas de santos, le enseña a orar y a amar la pobreza y a los pobres.

Maravillas, en la misma casa, es educada por una profesora particular y por institutrices francesas. Con sus hermanos mayores, María de la Concepción (1886-1961) y Alfonso (1887-1954), recibe el 11 de julio de 1896 la confirmación en el oratorio privado del señor Obispo de Sión, en Madrid, en el Buen Suceso.

La familia pasa las vacaciones en San Sebastián, en una casa que alquila en Ategorrieta. Y también pasa temporadas en Carrascalejo, una finca que doña Patricia tiene en la provincia de Murcia. En esta finca Maravillas conoce la vida del campo, juega con los niños de los empleados, reza, ejercita la caridad, hace apostolados y penitencias. Hacia los cinco años de edad, estando allí, hace voto de castidad.

Recibe en Madrid la primera comunión el 7 de mayo de 1902, en el Colegio de las religiosas de la Asunción. Un mes antes es llevada a ese Colegio para que las monjas la preparen, y allí hace con la Mère Elisabeth una duradera amistad espiritual. Allí fue después algunas veces, acompañada por su doncella María Sagredo, para algunas clases sueltas y sobre todo para visitar a las religiosas.

Juventud (1904-1919)

Desde los doce años lleva Maravillas dirección espiritual con el padre Juan Francisco López, jesuita (+1928). Él le pone en relación con las Hijas de la Caridad, para que trate con pobres. Tiene Maravillas desde los quince años a los veintisiete, cuando entra en el convento, una doncella llamada María Sagredo, a la que ya me he referido. Ella cuenta en una relación:
«...la acompañaba yo, su sirvienta, al colegio y a sus visitas de sus amigas. Madrugaba mucho para ofrecer al Señor sus buenas obras del día. Se levantaba a eso de las seis para hacer su oración y, por caridad conmigo, que no me levantase yo temprano, no me llamaba, sino que se arreglaba después, ya para ir a misa. Después, con una monja de San Vicente hacía visitas a las buhardillas a visitar a los pobres y enfermos necesitados. Después tenía una Asociación en el Barrio de las Injurias (que así se llamaba) a dar doctrina a mujeres casadas y para sus niños les daba envolturas, que ella misma les hacía chaquetitas.
«El día que se fue al convento fueron las mujeres a despedirla y verla salir de su casa, ellas en la calle y yo en el balcón, llorando todas.
«Estando yo a su servicio, íbamos también a casa de su abuelita... [Carrascalejo], y allí bajaban niñas y niños a la finca y ella les preparaba para la Primera Comunión...
«El día que se fue al convento repartió alhajas a sus familiares y dio muchas limosnas al servicio y a conventos. Y a una prima suya, que tanto se querían, le dejó la caja de las penitencias que ella usaba en el mundo, que la llamaba su caja de caudales.
«Yo antes no sabía que tenía la caja, pero un día me escamé, hasta que vi lo que era. Mas luego se privaba de muchas cosas y hacía muchas mortificaciones y en su casa se subía al otro piso y allí las hacía, que yo después he recogido algunas veces las cosas [disciplinas] con que se daba» (Madre Maravillas de Jesús, Madrid 1975,30).
Maravillas habla el francés perfectamente, y algo también el inglés. Le gusta tocar el piano, y leer libros de la biblioteca de su padre, con el que da largos paseos. Ella le habla a veces de su vocación religiosa, pero él le dice que no tiene esa vocación. No conoce ella todavía el Carmelo. Una prima suya, Dolores Pidal, le da a conocer las obras de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, que le entusiasman.

El 19 de diciembre de 1913 muere su padre.

Un día una señora amiga lleva a Maravillas de visita al carmelo de El Escorial, en la sierra próxima a Madrid. Desde ese día está queriendo entrar en él, pero su director espiritual demora la decisión, poniéndole una difícil condición: que su madre le dé permiso. Pasan varios años y por fin el Señor concede a su madre el 1 de diciembre de 1918 la gracia de darle el permiso, y a ella le da la gracia de ingresar en el carmelo de El Escorial el 12 de octubre de 1919. En adelante será su nombre hermana Maravillas de Jesús.

Comienzo en El Escorial (1919-1924)

Pronto la hermana Maravillas se distingue por su humildad y caridad, buscando siempre lo más bajo y trabajoso. Ya antes de su ingreso sufre de una afección en una rodilla, y ahora las madres no le dejan estar de rodillas o hacer trabajos duros. De una nueva Priora consigue autorización para hacer como todas.

Mucho le alegra enterarse de que el Carmelo está especialmente consagrado a la devoción a la Virgen María. Y esto ya desde sus comienzos, desde los primeros monjes del Monte Carmelo, en el siglo XII, que eligen llamarse «Hermanos de la Bienaventurada Virgen María», «Hermanos de Nuestra Señora».

Toma el hábito el 21 de abril de 1920.

«¿Qué es lo que pide?, le interroga el Señor Obispo.

«La misericordia de Dios, la pobreza de la Orden y la compañía de las hermanas».

Ese día comienza su noviciado. Lo vive en la oración y el trabajo, en la abnegación y la caridad fraterna, en la más estricta observancia y penitencia, buscando en todo lo más pobre. El Señor le concede hacer la profesión simple el 7 de mayo de 1921.

El Cerro de los Ángeles (1924-1931)

El Cerro de los Ángeles es considerado el centro geográfico de España, y debe su nombre a la ermita de la Virgen de los Ángeles que hay en él. En 1919 se inaugura en él, con la presencia del Rey, un grandioso monumento al Corazón de Jesús. Tan grandioso como después olvidado y solitario. El monumento, en efecto, ha quedado abandonado en lo alto del pelado cerro, y por allí no se ve normalmente sino algún rebaño de cabras.

Estando la santa hermana Maravillas en el carmelo de El Escorial, en junio de 1923, comienza a recibir inspiraciones del Señor para que funde un carmelo en el Cerro de los Ángeles, cerca de Madrid, junto a Getafe. Estas llamadas son insistentes, se producen en el coro, en la celda, en el refectorio, en todas partes. Según cuenta ella muchos años después, el Señor le pide «a gritos» esa fundación.

Pasa el tiempo, y como persisten las llamadas, decide consultar con la Priora. Su inspiración es comunicada después a algunos sacerdotes, concretamente al padre jesuita Juan Francisco López, y la madre María Josefa del Corazón de Jesús, otra de las fundadoras, al padre Torres, también jesuita, que vendrá a ser, como veremos, su director espiritual. Todos estiman que es voluntad de Dios, y también el Obispo de Madrid-Alcalá, don Leopoldo Eijo y Garay, verdadero cofundador del monasterio.

El sentido profundo de este carmelo viene expresado en un papelito que es hallado unos meses después de morir la madre Maravillas. En una carpeta con papeles y cartas relacionadas con la fundación del Cerro, hay un papel escrito por ella, que lleva el sello del carmelo de El Escorial:
«Aquí quiero que tú y esas otras almas escogidas de mi Corazón me hagáis una casa en que tenga mis delicias. Mi Corazón necesita ser consolado y este Carmelo quiero que sea el bálsamo que cure las heridas que me abren los pecadores. España se salvará por la oración».

El 19 de mayo de 1924, la hermana Maravillas va al Cerro con tres hermanas, y allí le esperan su madre, que ayudó muchísimo para hacer posible la fundación, el señor Obispo, el Provincial de los carmelitas con algunos otros padres de la orden, el padre Torres y otras personas amigas.

La nueva comunidad se instala provisionalmente en una casita alquilada de Getafe. El 30 de mayo hace Maravillas su profesión solemne, el 12 de abril de 1925 se inicia la construcción del carmelo en el Cerro, y el 28 de junio de 1926 es nombrada priora. En él viven desde el 31 de octubre de 1926. Pronto afluyen numerosas vocaciones. Las novicias encuentran en esta priora, que «es obedecida sin mandar», una excelente maestra. Su caridad con las enfermas es inmensa.

La madre Maravillas es muy joven al fundar el Cerro, y todavía no tiene sobre sus colaboradores el ascendiente que tendrá más adelante. Ella hubiera querido que la construcción del Cerro fuera más pobre. En sus fundaciones posteriores, con más experiencia y más autoridad, sí que logrará imponer el ideal teresiano de una gran pobreza.
«Ha enviado Durán los planos definitivos, y, aunque me conforme con el convento tan grande, me ha dado mucha pena el ver la fachada de él tan poco conforme con la sencillez y pobreza que nuestra Santa Madre tanto deseaba en sus monasterios... En todos nuestros conventos, padre, tanto en los de la Santa Madre como en los modernos, son las fachadas sin adorno alguno, con los huecos de las ventanas sencillamente hechos en ella y éstos lisos, sin nada encima que los adorne, sino las rejas que todos han de tener, y sería muy triste que las carmelitas del Cerro de los Ángeles cambiaran este hermoso espíritu... Yo, verdaderamente, padre, preferiría, y así se lo pediría a Dios, quedarnos en esta casita [de Getafe] toda la vida a tener un convento que no fuera como nuestra Santa Madre, santa Teresa, lo quiere» (25: C-15).

Años de guerra (1931-1937)

El ambiente social y político de esos años es en España muy malo, siempre cargado de divisiones y enfrentamientos. La hostilidad contra la Iglesia es creciente, y aumentan por todas partes las amenazas y temores, los incendios y ataques. Por las noches dos hermanas se turnan –y la Madre diariamente la mitad de la noche–, para mirar desde una ventana del carmelo, y vigilar si es atacado en el Cerro el monumento al Corazón de Jesús. Pide a Roma la Madre el permiso, y lo obtiene, de ir con la comunidad a defender el monumento con sus vidas, si llega el caso. La madre Maravillas cede unas dependencias, para el descanso, a los Obreros de San José y las Obreras de Nuestra Señora del Pilar, que pasan las noches de los fines de semana adorando el Santísimo en la iglesia del carmelo.

El 11 de mayo de 1931 son incendiados numerosos conventos e iglesias de Madrid. El señor Obispo les manda salir del convento. Se dispersan las carmelitas del Cerro entre sus familiares, mientras la madre Maravillas con tres más se queda junto al monumento, en la casita de los Capellanes. Al día siguiente, consigue permiso del Obispo para que regresen al convento las monjas que puedan hacerlo; lo obtiene, y regresan todas.

En septiembre de 1932 un obispo misionero, carmelita descalzo, le pide que funde en la India. La idea es acogida desde el primer momento con gran entusiasmo por la Madre y toda la comunidad. Un año más tarde, el 11 septiembre de 1933, parten del Cerro ocho hermanas para fundar un carmelo en Kottayam, que es inaugurado en 1934. Otro carmelo nacerá de él en Thiruvalla en 1950, y de éste, en 1962, el de Kottiyam.

El 1 de mayo de 1936 un grupo de mozalbetes intenta asaltar el convento del Cerro. Llegan un día y otro noticias de sacerdotes o religiosos apresados y asesinados. La Madre ofrece a las hermanas la posibilidad de refugiarse cada una con su familia o en lugar que pueda. Todas deciden quedarse donde el Señor las ha reunido en su nombre.

El 22 de julio entran los milicianos en el carmelo, lo registran todo, no hallan nada comprometedor ni que tenga valor, y hacen salir a todas del convento. Mientras las llevan en un autobús, discuten si darles el paseo –fusilarlas en algún lugar apartado– o llevarlas detenidas a Getafe, que es lo que finalmente hacen. Son recibidas en las Ursulinas. Un día, el 6 de septiembre de 1936, en plena Guerra Civil, estando refugiadas en un piso de la calle Claudio Coello, nº 33, sufren otro registro, y la Madre es interrogada por un miliciano que le apunta con una pistola. Ella acaba ganándoselo, se van los milicianos, y el 30 de octubre el interrogador amenazante vuelve, pero esta vez solo de visita...

Carmelo de las Batuecas (1937-1939)

La evacuación y dispersión obligatoria, según lo que sucede en otras comunidades religiosas, parece inminente. Si la comunidad del Cerro pudiera escapar de la zona roja, seguiría su vida en otro lugar hasta que terminase la guerra. La Madre ha comprado en febrero de 1936 el Desierto de las Batuecas, antiguo Desierto de la Orden, con el fin de recuperarlo para el Carmelo. Había sido fundado en 1599 por los carmelitas, y ahora un caballero de Salamanca, su propietario, estaba en la idea de venderlo para el turismo.

El 13 de setiembre de 1937 salen las veintiuna de Madrid, y pasando por Valencia, Barcelona, Port-Bou, Perpignan, Lourdes... llegan a Salamanca, donde son acogidas por las carmelitas. Allí se hacen los hábitos, y el 28 de septiembre llegan al Santo Desierto de San José del Monte de las Batuecas. El lugar, muy apartado, al fondo de un valle en la Serranía de las Hurdes, es muy hermoso. Aunque convento y ermitas está todo en ruinas, queda junto al río, y tiene mucha vegetación.

El padre carmelita Florencio del Niño Jesús, prior de Madrid, también exiliado, les sirve en esta época como capellán. La Madre, que en el silencio y la paz de aquel Desierto está adentrándose más y más, en noche oscura, por la vida mística, halla en este buen padre un guía seguro.
El Obispo de Coria pide a la Madre que funde allí, y aunque ésta hubiera preferido volver al Cerro, en cuanto fuera posible, y desde allí fundar, accede, y el 1 de marzo de 1939 se erige el convento de Batuecas, lugar de paz y de silencio.
A la Madre le va a costar mucho salir de una soledad tan perfecta y religiosa:
«¿Quiere que le diga qué fundación fue la que más me costó [dejar] de todas? Pues la de Batuecas. Yo no sé por qué fue, pero cuando me fui de ahí, creí que me moría» (45: C-989).
Vuelta al Cerro (1939-1944)

El Obispo de Madrid les escribe, en forma inesperada, que regresen cuanto antes al Cerro, pues las tropas nacionales están a punto de tomar la capital. Trece hermanas quedan en las Batuecas. La Madre parte con otras tres, se hospedan en las Ursulinas de Getafe, y el 7 de marzo suben a ver el estado del carmelo del Cerro. El 16 de marzo llegan desde las Batuecas a las Ursulinas el resto de las hermanas profesas; las novicias vendrán más tarde. El 29 de marzo, recién terminada la Guerra Civil, suben al Cerro para iniciar los duros trabajos de limpieza y reparación del monasterio.

Todo en el Cerro ha sido arrasado, el monumento, la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, el convento... Por todas partes hay ruina y desorden. Con oración y trabajo, van reconstruyendo el monasterio con gran esfuerzo. Las propias monjas han de arreglarse para reedificar el convento con pocas ayudas, pues faltan brazos y materiales. Se carece de todo. Pero no faltan las vocaciones, que en seguida comienzan a llegar. La Madre se multiplica organizando los trabajos y, sobre todo, ocupándose de la formación de las novicias y de la vida de la comunidad. Duerme unas tres horas, y lo hace sentada en el suelo, recostándose solo en la tarima, es decir, en la cama que se usa en las celdas. Esto lo venía haciendo desde 1931, aproximadamente, a los comienzos de la República.

Centrada en la recuperación del carmelo del Cerro, que el Señor le había inspirado, ni se le pasa por la mente –y así lo dice– empeñarse en nuevas fundaciones. Todo hace pensar que en el Cerro es donde la quiere el Señor.

Su inclinación interior es clara: seguir en el Cerro y dejar de ser priora.
Mancera (1944-1947)

El problema, sin embargo, está en que las vocaciones siguen floreciendo. Se llena el Cerro, las Batuecas, el carmelo de la India... La gracia del Señor, sirviéndose del amor a la Orden del Carmelo que ha infundido en la Madre, va a impulsarla a una nueva fundación. En efecto, un día lee en la Historia del Carmelo Descalzo, del padre Silverio, que el primitivo solar de los carmelitas descalzos, Duruelo, cuna de la Reforma teresiana, santificado por San Juan de la Cruz. Aquel lugar venerable, entre Ávila y Salamanca, está abandonado y en ruinas.

En junio de 1941, con otra hermana, es llevada a Duruelo en coche por unos familiares. Explorado el lugar con toda devoción, han de volverse al Cerro. El precio que piden por la finca es muy superior a sus posibilidades.

Pero Mancera de Abajo, a un paso de Duruelo, había sido el segundo convento de la Reforma del Santo Padre, que en él vivió tres años, formando numerosos carmelitas santos. En las Fundaciones, capítulo XIV, cuenta Santa Teresa esta fundación. Carmelo tan venerable, en 1600, a los treinta años de su fundación, es trasladado a Ávila. Poco más tarde, sin embargo, en 1637, vuelven los padres a Duruelo, y allí viven hasta la exclaustración ordenada por el masón Mendizábal en 1836.
El 29 de septiembre de 1943 viaja la Madre con dos hermanas a Mancera de Abajo, provincia de Salamanca y diócesis de Ávila, y visita con gran devoción aquel lugar pobre y retirado, en el que apenas quedan unas ruinas del antiguo convento.
Comienzan las obras en enero de 1944. Un joven constructor de la vecina Peñaranda de Bracamonte, don Manuel Martín Mulas, se ocupa de ellas, como también edificará casi todos los otros conventos fundados por la Madre. Ésta visita las obras cuando puede, viajando en tren desde Madrid.
El 27 de abril de 1944 sale la Madre definitivamente de su amadísimo Cerro, y viaja al convento de Mancera, en el que todo es pobre y pequeño, pues todo se ha hecho siguiendo su idea; cosa que no había conseguido en la edificación del Cerro. Siempre priora, bien a su pesar, el 30 de abril, con el favor de Dios, se inaugura el carmelo, con siete hermanas, y el 1 de diciembre la iglesia, cuando ya son catorce en la comunidad.
«El Señor nos ha hecho una gracia muy grande al traernos a esta soledad, que tan bien le está al alma. Aquí no hay más remedio que vivir ese “estarse amando al Amado”’, con lo que le precede... ¡Qué encantos tiene la vida humilde y pobre! El Señor nos la ha concedido» (44: C-560).

Duruelo (1947-1954)

En ese mismo día, en plena inauguración del carmelo de Mancera, uno de los carmelitas asistentes comunica a la madre Maravillas que la finca de Duruelo se ha dividido en tres partes, y que una de ellas contiene el lugar primitivo del Santo Padre. Como ya vimos, el lugarejo mínimo y desconocido de Duruelo es la cuna de la Reforma carmelitana. Aquí comenzó San Juan de la Cruz a vivir, en oración y penitencia, la vida renovada del Carmelo.
Por telegrama consulta la Madre al Cerro si podrían conseguir dinero para comprar aquellas dos hectáreas y media de la finca de Duruelo. Poco después se adquiere el terreno, y de nuevo el señor Martín Mulas pone manos a la obra. Otra vez la Madre, trasladándose desde Mancera, vigila y dirige la construcción. Viaja en tartana, por un pésimo camino vecinal de tierra. Menos mal que Duruelo y Mancera están muy próximos.
El 19 de julio de 1947, tempranito, salen en procesión desde Mancera la Madre y las hermanas que van a formar la nueva comunidad, acompañadas del padre Silverio de Santa Teresa, General de la Orden. El 20 se celebra la solemne inauguración. De la cercana iglesia de Bercimuelle salen procesionalmente con el Santísimo para llevarlo al convento de Duruelo. Preside el señor Obispo de Salamanca, y el padre Silverio porta el Santísimo bajo palio. «Un Sagrario más».

La Madre vive feliz en aquel lugar tan santo y apartado. Eso sí, llevando la cruz de ser priora... Primera priora de Duruelo. Contenta, muy contenta de la pobreza de la construcción. Cada vez va consiguiendo fundar peor, en más pobreza:

«Ya está empezado el conventico de Duruelo. Como el padre [Torres] nos dijo, con muchísima gracia: “El próximo convento que se haga, que sea peor que éste, y el otro, peor, y el otro peor, y así sucesivamente”, pues éste va a ser más chico aún que ése» (45: C-987).

«Pida, padre, para que ya que, en esta soledad donde todo lleva tanto a Dios y tan vivo se tiene el recuerdo de nuestro Santo Padre, tenemos la dicha de vivir, sepamos darnos como él se dio y amar al Señor como él le amó» (48: C-6878).

Cabrera (1950)

En las Batuecas las hermanas habían construido ya un precioso convento y habían restaurado la antigua iglesia. Pero los carmelitas querían recuperar aquel Desierto. Así lo narra el padre Silverio, entonces General de la Orden, en su Historia del Carmen Descalzo:

«Las hijas de Santa Teresa se hallaban felicísimas en esta famosa soledad carmelitana y lo sabía muy bien quien estas líneas escribe.
«Por esta razón hube de hacerme muchísima violencia cuando, a fines de septiembre de 1947, secundando los deseos del Capítulo General, se manifestó el intento de restaurar los santos Desiertos que la Reforma de Santa Teresa tenía en sus provincias religiosas, en cuanto fuera dable, y después de mucho pensarlo me decidí a explorar la posibilidad de que nuestras Descalzas lo cediesen para que volviera a sus fines primitivos de yermo [desierto: carmelo en retiro absoluto], ya que fue en siglos pasados el más numeroso de los solitarios y el más famoso de cuantos la Orden tuvo.

«Mi confianza era plena. El sacrificio de la Comunidad, grande; pero suponía, como ocurrió, que el afecto de las Carmelitas a la Orden y la feliz idea de tornarla a lo que fue, pesaran más en sus corazones que el bienestar que gozaban en lugar tan completo para su vida regular. Pocas veces se habrá hecho sacrificio espiritual tan hondo, con tanta generosidad y tanto cariño. La donación fue total»...

Conociendo el gran amor de Santa Maravillas y de sus hijas a la Orden, se les puede hacer este pedido con toda seguridad de que será atendido. Hay que buscar, pues, otro lugar para las carmelitas de las Batuecas. En la misma diócesis existe una ermita dedicada al Santo Cristo de Cabrera, imagen del siglo XI, muy venerada en el campo salmantino. En marzo de 1949 visita el lugar la madre Maravillas.

«Nos encantó aquello. Una imagen del Santo Cristo, de lo más devota que se puede imaginar. Se comprende que sea una imagen milagrosa. Todo está lleno de exvotos asquerositos, los pobres..., y el arco del presbiterio, pintado de un blanco matador. Temo un poco a los conflictos cofradiles» (49: C-1618). «¡Santísimo Cristo de Cabrera! Lo más feo es el nombre» (49: C-3115).

Los dueños de la finca les ceden todo el terreno que necesiten, con tal de que los encomienden al Señor. La Madre, viajando desde Duruelo, y la priora de las Batuecas, se encargan de las obras. El 4 de octubre del 50 se traslada la comunidad de las Batuecas al nuevo convento de Cabrera, en la soledad profunda del campo charro, entre encinares y manadas de toros bravos. Y el 11 de abril de 1951 es inaugurado el monasterio por el Señor Obispo.

Arenas de San Pedro (1954-1961)

Siguen llegando a la Madre peticiones de fundación desde una veintena de lugares, uno de ellos desde Japón. Y siguen llegando las vocaciones. Un día el Obispo de Ávila visita el convento de Duruelo y le pide a la Madre que funden en Arenas de San Pedro. Es un pueblo espiritualmente muy necesitado, y allí reposan los restos de San Pedro de Alcántara, que tan bien entendió y ayudó a Santa Teresa.

En una de las visitas hechas a aquel pueblo, encuentran en sus afueras un lugar ideal. Pinares inmensos, buen terreno para huerta, soledad y silencio, la Sierra de Gredos próxima con sus nieves de altura. Como otras veces, la Providencia les suministra la ayuda necesaria, y el 8 de diciembre de 1954 se inaugura el carmelo. La madre Maravillas deja Duruelo, no sin pena –«para mí no hay como Duruelo»–, y marcha a Arenas de San Pedro, no sin pena, de priora.

«Nosotras vinimos aquí por no encontrarlo [un lugar con tradición de la Orden] y por san Pedro de Alcántara, tan amante de la pobreza y que tanto ayudó a nuestra Santa Madre» (59: C-4414). Y antes había escrito que «si el Carmelo es siempre todo de María, como éste es del Año Mariano, está dedicado a la Inmaculada y Ella reina en la iglesia, parece aún más, si es que cabe, de Ella» (54: C-1146).

Esta monja andariega, que solo aspira a la soledad, al ocultamiento y a que nadie sepa de ella, sin quererlo, va fundando uno tras otro carmelos, y sin buscarlo, se ve Madre de centenares de monjas... Y la fecundidad espiritual que tienen la Madre y las hijas da de sí incluso para entregar a los Padres carmelitas el Desierto de las Batuecas, y también es decisiva para la fundación de Talavera de la Reina, en la diócesis de Toledo. Las carmelitas de este lugar han sugerido a la Madre la conveniencia de esta fundación de Padres. Y en 1956, cuando muere una de las grandes bienhechoras de la madre Maravillas, doña Catalina Urquijo de Oriol, la hija que tiene carmelita del Cerro cede a este fin su parte en la herencia. En las afueras de Talavera se construyen, pues, iglesia y convento, y los Padres carmelitas inauguran el 15 de octubre de 1960 la nueva fundación, poco después parroquia y centro de irradiación espiritual.

San Calixto (1956)

Santa Teresa, hablando de la fundación de Pastrana (Fundaciones XVII), dice así:

«Supo [el padre Mariano] que cerca de Sevilla estaban juntos unos ermitaños en un desierto que llaman El Tardón, teniendo un hombre muy santo por mayor, que llamaban Padre Mateo. Tenía cada uno su celda y aparte, sin decir oficio divino, sino un oratorio adonde se juntaban a misa. No tenían renta, ni querían recibir limosna, ni la reciben; sino de la labor de sus manos se mantenían y cada uno comía por sí harto pobremente. Parecióme, cuando lo oí, el retrato de nuestros Santos padres».

En este lugar de la Sierra de Córdoba va a realizarse la séptima fundación de la madre Maravillas. A mediados del XVI, dos discípulos de San Juan de Ávila, quisieron hacer vida solitaria contemplativa, y eligieron aquel lugar, en el que había una ermita dedicada a la Virgen. En poco tiempo eran ya cuarenta hermanos, formando una comunidad bajo la dirección del hermano Mateo, que les dio una Regla muy sencilla. Más tarde, obedeciendo un Breve de San Pío V, se acogieron a la Regla de San Basilio. El monasterio llegó a tener con el tiempo un centenar de monjes. En el siglo XIX la invasión napoleónica lo redujo a ruinas.

Pues bien, los Marqueses de Salinas compran la finca, construyen su casa de campo, y pretenden resucitar el antiguo monasterio. Tienen una hija carmelita, que se lo comunica a la madre Maravillas, y ésta va desde Arenas a visitar el lugar. En el alto de la Sierra, con el pueblo más próximo, Hornachuelos, a dieciocho kilómetros de una difícil carretera de montaña, entre alcornoques y ciervos, solo hay allí silencio y soledad, Presencia divina y aroma de antigua santidad.

Los Marqueses quieren correr con todos los gastos de la fundación, y ofrecerle un convento del todo hecho. Santa Maravillas les pone solo una condición, que el convento se construya en estricta pobreza. Y el 30 de mayo de 1956 inicia su vida el nuevo carmelo. En la historia de las fundaciones es un caso singular. Llegan las monjas y, mientras suenan las campanas celebrando su venida, lo hallan todo dispuesto, cada cosa en su sitio, la cena preparada... Solo queda entrar y, por el camino de la cruz, con el favor de Dios, llegar a la santidad.
Otro Sagrario.
Aravaca (1958)

La familia Oriol, que mucho quería a la madre Maravillas y a sus hijas, le ofrece en 1956 un terreno en Aravaca, lugar próximo a Madrid, en el que abundan los lugares de diversión y las casas de fin de semana. Acepta la Madre que allí venga a hacerse un carmelo, «una quinta de recreo para Jesucristo». Yendo desde el Cerro, vigila el proyecto la madre Magdalena de la Eucaristía, que allí será priora. Y esta vez se consigue hacer el monasterio más chico y pobre.

Monjas procedentes del Cerro y de Mancera forman la comunidad primera, y el carmelo de Aravaca es inaugurado el 21 de junio de 1958.

Montemar (1964)

Junto al mar Mediterráneo, en la parte alta de Torremolinos, está Montemar. Aquella costa malagueña, próxima a Marbella, es preciosa, pero en lo espiritual –llena de turistas, de casinos, hoteles y de centros de lujo y de diversión– está muy necesitada de oración y expiación.

«Dicen que hay muchísimos protestantes y sería un ejemplo importantísimo, que creen atraería conversiones y todo, y que, en ese lugar de tanto pecado, se desagraviase al Señor» (61: C-3451). «Pidan a Dios nos dé luz y medios, que da muchísima pena la pérdida de las almas. Aquello está horroroso» (63: C-4055).

En 1961 la señora Carlota Alessandri, dueña de muchos terrenos de Montemar, que se ha beneficiado, pues, mucho con ocasión de aquellas nuevas urbanizaciones, quiere hacer algo sano, espiritual, cristiano. El padre jesuita Borja Medina le orienta a la madre Maravillas y a sus hijas. Y después de viajes, cartas y visitas, consultas, trámites y trabajos, nace el 7 de mayo de 1964 un carmelo blanco y alegre, lleno de luz y de flores, en el que se reúnen catorce monjas procedentes de fundaciones de la madre Maravillas.

Pero la obra fundacional se amplía. La madre Maravillas, a muy bajo precio, consigue de la misma señora unos terrenos para construir una residencia para señoras, una escuela de niños, una residencia para empleadas domésticas y de hoteles –muy numerosas en la zona–, y un lugar para que se construya una parroquia. Todo queda encomendado a las Carmelitas Misioneras, y el bien conseguido es inmenso.

La Aldehuela (1961-1974)

La madre Maravillas, ya anciana, sigue en Arenas de San Pedro. Y una vez más las monjas pasan allí del número veintiuno, límite en los carmelos. También a los otros conventos llegan muchas vocaciones. Así las cosas, doña Asunción Jaraba, dueña de La Aldehuela, le cede generosamente unos terrenos de su finca para hacer otro convento.

La Aldehuela, como dice don Baldomero Jiménez Duque, «no es ni una aldehuela». Queda a dos kilómetros del Cerro de los Ángeles, junto a Getafe, cerca, pues, de Madrid. La Madre acepta la donación, y don Ricardo Fernández Hontoria, padre de una carmelita, edifica el convento.

Desde el nuevo carmelo se divisa a lo lejos el Cerro de los Ángeles, y se adivina la figura del Corazón de Jesús. El 9 de enero de 1961 en La Aldehuela se celebra la primera misa. Otro sagrario.

Allí pasa Santa Maravillas los últimos trece años de su vida, como priora, claro. Su salud en ese tiempo está ya muy quebrantada. En estos años últimos sufre pulmonías, antrax, el corazón le falla, está encorvada. En 1962 tiene su primer ataque fuerte al sistema circulatorio. El famoso doctor Gregorio Marañón, que tiene un hijo casado con una sobrina de la Madre, le atiende, hasta que fallece en 1960. Le sucede el doctor Francisco Vega Díaz, que venera a la Madre, como su anterior médico, y que la asiste hasta el final.

La Madre, aunque en tan precarias condiciones de salud, sigue orando y trabajando, aunque sea en labores manuales muy sencillas, continúa haciendo penitencias, y desde luego continúa ocupándose de todas sus hijas. Aún sale incluso en viajes a Montemar, a El Escorial, a Ávila.

El Escorial (1964)

El carmelo de El Escorial, el primero de la madre Maravillas, pasa por una situación muy precaria. A petición del Obispo auxiliar de Madrid, don José María García Lahiguera, Vicario de Religiosas, la Madre con sus hijas se esfuerza en su consolidación. En julio de 1964 pasa allí unas semanas, habla con cada una de las monjas. Algunas de las ellas han sido compañeras suyas de comunidad, y quedan todas encantadas y reanimadas.
Se acometen las obras necesarias de restauración, y en agosto del 65 envía la Madre varias religiosas de sus fundaciones. Y el carmelo queda de nuevo saneado y fortalecido.

La Encarnación (1966)

El monasterio de la Encarnación, en Ávila, es el carmelo venerable en el que Santa Teresa de Jesús vivió veintisiete años, tres de ellos como priora, y de donde salió para iniciar su reforma en el convento de San José, de la misma ciudad. Después de varios intentos, en 1940, pasa la Encarnación por fin a la Descalcez, a los trescientos setenta y ocho años de la Reforma teresiana.
Por los años 60 la comunidad necesita ser reforzada, y el inmenso monasterio, que llegó a tener ciento ochenta monjas, se está arruinando. El Obispo de Ávila pide ayuda a la madre Maravillas, que al principio se resiste, por la dificultad de la misión que se le pide y por los achaques de su mala salud.

«Nos habían pedido que fuésemos varias monjas allí para ayudarles. Necesitan refuerzo. La cosa es, no difícil sino imposible para las criaturas, pero no para el Señor, que tiene en su mano todos los corazones. Cuando vino el señor Obispo aquí [a La Aldehuela] no me atreví a decir que no y, aunque no aceptamos del todo, sí le dije ya iríamos allí y veríamos qué se podría hacer» (66: C-4816).

La Madre, confiándose al Señor, acepta el encargo, y visita La Encarnación en abril de 1966.

«A La Encarnación hay que dar de lo mejor que tenemos. Vendrá aquella a quien Dios, Nuestro Señor, tenga para ello de toda la eternidad, puesto que sólo deseamos cumplir su voluntad. ¡Cómo hace el Señor las cosas! La Encarnación, gracias a Dios, no es lo que nos habían dicho; están muy bien, pero necesitan ayuda. Se han portado admirablemente, aceptando lo que ha dispuesto el señor Obispo, aunque tanto les costaba» (66 : C-4350).

Con grandes ayudas de la Dirección General de Arquitectura, se acomete la obra, formidablemente realizada en unos cinco años. La Madre envía a nueve de sus religiosas. Y la Encarnación reflorece con los años tanto, que no mucho después está en situación de enviar religiosas a conventos que lo necesitan.

Directores espirituales

Antes de recordar los últimos años de la vida de la madre Maravillas, conviene que demos gracias a Dios por los excelentes directores espirituales que siempre le concedió en su amorosa providencia.

Viviendo todavía con su familia, fue ella dirigida santamente por el padre jesuita Juan Francisco López (1860-1928).

La Madre conocía al padre Alfonso Torres (1879-1946), jesuita, antes de entrar en el Carmelo, pero ya estando en él, sobre todo con ocasión de la fundación del Cerro, le conoce y estima más. Partiendo del trabajo conjunto en asuntos materiales de la fundación, crece la relación espiritual entre ellos, y en noviembre de 1925 comienza propiamente la dirección espiritual. Son los años iniciales de la Madre como priora y fundadora, los años previos a la Guerra Civil, tan difíciles....

Las ayudas que el padre Torres le presta entonces son inapreciables. Solo mencionaré dos: la confortación que da a la Madre para que siga comulgando, en momentos de escrúpulos terribles, y la confirmación que le da en su amor a la pobreza. Ese amor a la pobreza más radical y sin alivios, que la madre Maravillas deja como herencia a sus conventos, a ella se la concedió el Señor, al parecer, ya desde niña, pues lo daba todo: sus juguetes, su dinero, todo lo que podía dar.

Desde principios de 1932 el padre Torres puede atenderle menos, exiliado de España, y más tarde destinado en Andalucía. Pero las cartas que se conservan de los años 1939-1946 –las de él, pues las de ella no se guardan– muestran que la confianza y la ayuda sigue siempre viva. Dispuso Dios, y ciertamente en una providencia extraordinaria, que Santa Maravillas estuviera junto al padre Torres cuando éste murió en Granada.
Cf. Obras completas del P. Torres, I-X, BAC, Madrid 1971, ed. P. Carlos Carrillo de Albornoz, S.J.; Los caminos de Dios. Doctrina espiritual del P. Alfonso Torres, S. I., ed. José Luis Gutiérrez García, preparada por BAC, Madrid 19802, 637 pgs.
El carmelita padre Florencio del Niño Jesús (1877-1939) ayuda fielmente a la Madre y a sus hijas, en Madrid y en las Batuecas, durante los años turbulentos de la Guerra Civil.
En noviembre de 1939 la madre Maravillas pide dirección espiritual a su Provincial carmelita, el padre Valentín de San José (1896-1989), muy buen religioso. Y aunque rehusa, ella le consulta todo. Él vendrá a ser su principal consejero y confidente hasta su muerte.
Por todos ellos damos gracias a Dios.

Asociación de Santa Teresa (1969-1972)

La madre Maravillas de Jesús tiene en altísima estima el Carmelo tal como lo ha reformado y soñado Santa Teresa de Jesús. Toda su vida de fundadora está apasionadamente dedicada a realizar el ideal de la Santa Madre, tal como ésta lo ha querido y expresado.

De ese amor viene su empeño de guardar todo aquello que pertenece a la idea fundacional del Carmelo teresiano. Su combate, digamos, para reafirmar el Carmelo original comienza ya por los años 50, con ocasión de la invitación hecha por la Constitución Apostólica Sponsa Christi a formar entre monasterios afines Federaciones, con visitador, noviciado común, etc. Es una lucha muy compleja, fuerte y delicada, que se prolonga en los años posteriores al Concilio Vaticano II, cuando una Ley Fundamental, de momento provisional, adaptando las Constituciones teresianas, ofrece las líneas básicas para una acomodación del Carmelo reformado.

Por esos años, a finales de 1969, la madre Maravillas comienza a promover una Unión entre aquellos carmelos, empezando por los que ella ha fundado, que quieren mantener las Constituciones de Santa Teresa de Jesús, tal como se han venido viviendo, sin más acomodaciones que las exigidas por las normas del Concilio y otras disposiciones eclesiales antiguas o recientes. Esta Unión es planteada según lo previsto en el decreto conciliar Perfectæ caritatis n.22. En 1972, a través del Padre General de la Orden, solicita al Papa la creación de la Asociación de Santa Teresa (72: C-6908). Y el 14 de diciembre de 1972 son aprobados por la Santa Sede los Estatutos, sencillísimos, de dicha Asociación, dos años antes de la muerte de la Madre. Nunc dimittis... Ya puedes, Señor, dejar a tu sierva irse en paz.

En la II parte del presente escrito, bajo el epígrafe Amor al Carmelo de Santa Teresa, vuelvo sobre estos asuntos con más amplitud. Allí los propios escritos de la Madre sobre el tema nos informarán más exactamente de sus intenciones y de sus acciones en estas cuestiones de suma importancia para la historia espiritual del Carmelo teresiano.

Últimos años

En el carmelo de La Aldehuela pasa Santa Maravillas sus últimos años. Encorvada sobre la mesa de su archivo, sigue escribiendo cartas a sus monjas, resolviendo asuntos, dando ánimos. En aquellos años revueltos del postconcilio, por carta o en el locutorio, ella, que ya está anciana y muy enferma, da a no pocos fieles, sacerdotes, religiosos, laicos, una orientación recta y lúcida, y sobre todo paz y esperanza.

1967, una pulmonía. En ese año se inauguran las escuelas que ha promovido la Madre en la zona suburbial del Ventorro. 1969, otro ataque circulatorio. En ese año se entregan dieciséis casas a familias necesitadas. Entre el 68 y 70 sufre de grandes ántrax en el pecho, que necesitan dolorosas curas. En el 70, puede entregar terrenos para seis viviendas más. 1971, otra pulmonía.

Sigue alerta su solicitud, que se extiende mucho más allá de sus carmelos. Las carmelitas descalzas, que han de salir a Madrid por causas médicas, no siempre hallan lugar apropiado donde alojarse. Ella logra que en 1971 se inaugure con este fin la Casa de Santa Teresa.

1972, nuevo trastorno circulatorio grave. Debe acostarse horizontalmente; pero acostumbrada desde hace tantos decenios a dormir sentada en el suelo, reclinada en la tarima, no puede hacerlo. Le consiguen un sillón en el que, una vez sentada, puedan ponerla horizontal. Ella confiesa que es la enferma mejor cuidada del universo mundo...

Muerte (11 diciembre 1974)

Alguna vez la Madre, como veremos, había prevenido de la «enfermedad locutorial» que a veces se da en los carmelos. Pues bien, después de entrevistarse en el locutorio con un religioso que ella estima mucho, y que ahora se muestra cambiado en sus criterios, sale de la entrevista con un dolor agudísimo en el pecho, que dos días después, el 27 de octubre de 1972, va a dar en parada cardíaca. El urgente masaje que le da una novicia enfermera le permite recuperarse. Y recibe la Unción de los enfermos.

La madre Maravillas está muy acabada. Solo asiste al coro para la santa Misa. Está siempre acompañada, día y noche. Desde aquel día, no ha vuelto más al locutorio, pues no se lo permite el médico. Aún es hora, sin embargo, de llevar adelante con el Señor obras preciosas.

Con la herencia de una de sus religiosas, presta la Madre una ayuda decisiva al párroco de Perales del Río, capellán de la comunidad, que está construyendo, sin apenas medios, un barrio de doscientas viviendas para familias necesitadas. Las viviendas son entregadas el 30 de septiembre de 1974. La primera Misa en la iglesita de esta barriada se celebra el día de Cristo Rey de noviembre de 1974.

Y también en 1974, el año de su muerte, consigue Santa Maravillas terrenos y financiación para que pueda el Instituto CLAUNE (Claustros Necesitados) edificar en Pozuelo de Alarcón una clínica para monjas de clausura.

Desde la referida parada cardíaca, la madre Maravillas está muy delicada de salud, aunque todavía va al escritorio, sale un poco a la huerta, y sigue atendiendo muchos asuntos como priora y como presidenta de la Asociación de Santa Teresa. El 5 de diciembre de 1974 se despierta con un gran dolor de espalda, aunque logra asistir a la Misa. El 8 recibe la santa Unción y el Viático con toda devoción. Hasta el final le guarda el Señor el conocimiento. Y el final, en la pequeña celda paupérrima, cercana toda la comunidad de sus hijas, repitiendo jaculatorias, besando el crucifijo y la imagen de la Virgen, con toda paz y conocimiento, se produce a las cuatro y veinte de la tarde del 11 de diciembre de 1974. A los 83 años de edad.

Siempre Santa Maravillas ha seguido a Jesucristo llevando la cruz de cada día con toda abnegación y amor. Ahora, en el momento de la muerte, consuma esta continua participación en la pasión de Cristo, que le abre la puerta a la gloria de su resurrección.