fundación GRATIS DATE

Gratis lo recibisteis, dadlo gratis

Otros formatos de texto

epub
mobi
pdf
zip

Descarga Gratis en distintos formatos

El Cuerpo y la Sangre del Señor

Entrada: «Con flor de harina los alimentó, y con miel silvestre los sació» (Sal 80,17).

Colecta (del Misal anterior): «¡Oh Dios, que en este Sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros los frutos de tu redención».

Ofertorio (del Misal anterior): «Concede, Señor, a tu Iglesia, el don de la paz y de la unidad, significado en las ofrendas sacramentales que le presentamos».

Comunión: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en Mí y yo en él, dice el Señor» (Jn 6,57).

Postcomunión (del Misal anterior): «Tu cuerpo y tu sangre, Señor, signo del banquete del Reino, que hemos gustado en nuestra vida mortal, nos llenen del gozo eterno de tu divinidad».

Hacia el año 1000 hubo un despertar eucarístico en la Iglesia, pero la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor hay que relacionarla más concretamente con la visión que tuvo la Beata Juliana de Rétine, priora del monasterio de Monte Cornelio, cerca de Lieja (1193-1228) y al milagro de Bolsena. La Beata Juliana (que algunos la consideran canonizada) tuvo una visión en la que veía un disco resplandeciente con una franja oscura y entendió que eso significaba la ausencia de una fiesta eucarística en el año litúrgico. Esta visión fue recibida positivamente y el obispo de Lieja, Roberto de Thorote la introdujo en su diócesis el jueves después de la octava de Pentecostés. Entre los teólogos que dictaminaron en sentido positivo sobre la fiesta estaba el provincial de los dominicos Hugo de Thierry, que más tarde fue cardenal y legado de la Santa Sede, que confirmó la fiesta el 1252.

Más tarde, en 1261, subió al solio pontificio Santiago Pantaleón, antiguo archidiácono de Lieja, con el nombre de Urbano IV. El obispo de Lieja le sugirió que extendiese a toda la Iglesia esa fiesta. Dudó un poco, pero lo decidió el milagro de Bolsena: un sacerdote en la consagración tuvo grandes tentaciones sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía y entonces de la sagrada forma salió sangre que manchó los corporales, que se conservan en la catedral de Orvieto, donde se encontraba Urbano IV. Éste decidió la extensión de la fiesta del Corpus a toda la Iglesia con la Bula «Transiturus de hoc mundo». Este hecho tuvo una acogida entusiasta en general, con procesión solemnísima y otros actos piadosos y folclóricos, que todavía se conservan en muchos lugares. El formulario litúrgico se debe a Santo Tomás de Aquino.

Ciclo A

Con inmenso gozo abre la Iglesia hoy sus templos para manifestar su fe ardiente y su alegría fervorosa por la Presencia Real de Cristo en la Sagrada Eucaristía: Sacramento-Presencia, Sacramento-Sacrificio, Sacramento-Comunión. Todo fue obra del inmenso amor de Cristo Redentor, que pide nuestra correspondencia de amor a Él y a los hermanos, todos los hombres.

–Deuteronomio 8,2-3.14-16: Te alimentó con el maná que no conocías, ni conocieron tus padres. Era figura de la Eucaristía. San Ambrosio compara el maná con el pan eucarístico:

«Es, ciertamente, admirable el hecho de que Dios hiciera llover maná para los padres y los alimentase cada día con aquel manjar celestial... Considera, pues, ahora qué es más excelente, si aquel pan de ángeles o la carne de Cristo, que es el cuerpo de vida. Aquel maná caía del cielo, éste está por encima del cielo; aquél se corrompía si se guardaba para el día siguiente, éste no sólo es ajeno a la corrupción, sino que comunica la incorrupción a todos los que lo comen con reverencia... Si te admira aquello que no era más que una sombra, mucho más debe admirarte la realidad... Los dones que tú posees son mucho más excelentes, porque la luz es más que la sombra, la realidad más que la figura, el Cuerpo del Creador más que el maná del cielo» (Sobre los Misterios 43,47-49).

–Con el Salmo 147 glorificamos al Señor, que «ha reforzado los cerrojos de la puertas de Jerusalén y ha bendecido a sus hijos dentro de ella. Él los sacia con flor de harina y envía su mensaje a la tierra»

–1 Corintios 10,16-17: El Pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos formamos un solo cuerpo. En el Nuevo Testamento el amor entrañable de Dios a su Hijo muy amado se ha extendido a todos nosotros mediante nuestra comunión con Él. Todos, en comunión con el Corazón de Cristo, formamos un solo Cuerpo místico, que es la Iglesia. El efecto principal de la Sagrada Eucaristía es la unión íntima con Cristo. San Juan Crisóstomo dice:

«¿Qué es en realidad el pan? El Cuerpo de Cristo. ¿Qué se hacen los que comulgan? Cuerpo de Cristo. No muchos cuerpos, sino un solo cuerpo... Porqué no te alimentas tú de un cuerpo y aquél de otro, sino que todos nos alimentamos del mismo... Si, pues, todos participamos del mismo Pan y todos nos hacemos una misma cosa ¿por qué, pues, no manifestamos la misma caridad y con ello nos convertimos en una misma cosa?» (Homilía 24, 2).

–Juan 6,51-54: Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Por la Eucaristía, la misma Vida divina que se injertó en la humanidad mediante el misterio de la Encarnación del Verbo se hace también vida en nosotros. Sin comunión vital con Cristo Jesús no hay realmente vida cristiana. Comenta San Agustín:

«Los fieles conocen el Cuerpo de Cristo si no se olvidan de que son cuerpo de Cristo. Hazte Cuerpo de Cristo si quieres vivir del espíritu de Cristo... El Cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo. De aquí que hablándonos el Apóstol San Pablo de este Pan, dijo: “Porque el Pan es uno, somos muchos un solo Cuerpo” (1 Cor 10,17). ¡Oh sacramento de misericordia! ¡Oh símbolo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad! Quien quiera vivir aquí tiene donde vivir, tiene de donde vivir. Acérquese, crea, forme parte de este Cuerpo para ser vivificado. No recele de la unión de los miembros, no sea un miembro canceroso que merezca ser cortado, ni miembro dislocado de quien se avergüencen; sea hermoso, esté adaptado, esté sano, esté unido al Cuerpo, viva de Dios, para Dios; trabaje ahora en la tierra, para que después reine en el cielo» (Tratado 26,13 Sobre el Evangelio de San Juan).

Ciclo B

Por el acontecimiento eucarístico, puede gozar la Iglesia entera de una continua presencia viviente de Cristo en medio de su pueblo. Se actualiza sacramentalmente el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor y así podemos participar personalmente de la misma vida divina del Corazón del Hijo de Dios, hecho hombre para hacernos a los hombres hijos de Dios.

–Éxodo 24,3-8: Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros. En la historia de la Salvación el sacrificio y la sangre con que se selló la Alianza Pascual primitiva fue signo y figura del sacrificio definitivo de la Nueva Alianza en la Sangre de Cristo. Comenta el Ambrosiaster:

«Esto fue imagen del Testamento al que llamó nuevo el Señor por los profetas; de modo que es viejo aquel que dio Moisés. Así, pues, con Sangre se ha establecido el Testamento, ya que la sangre es testigo del beneficio divino. En tipo de lo cual nosotros recibimos el místico cáliz de la sangre para defensa de nuestro cuerpo y alma; porque la Sangre del Señor redimió nuestra sangre, es decir, salvó a todo hombre. Pues la carne del Salvador, por la salvación del cuerpo, y la sangre se derramó por nuestra alma como antes había sido prefigurado por Moisés» (Comentario a 1 Cor 11,20-24.26).

–Por eso clamamos con el Salmo 115: «Alzaré la copa del Señor invocando su nombre. Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo».

–Hebreos 9, 11-15: La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia. Cristo, Sacerdote eterno, con su sacrificio definitivo en la Cruz, perpetuado sacramentalmente por la Eucaristía, ha garantizado la nueva y definitiva Alianza. San Juan Crisóstomo habla del inmenso valor de la sangre de Cristo:

«¿Quieres saber el valor de la Sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras y recordemos los antiguos relatos de Egipto. San Juan Crisóstomo comenta: “Inmolad, dice Moisés, un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa”... ¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta Sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente: empezó a brotar de la misma Cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues, muerto ya el Señor, dice el Evangelio, “uno de los soldados se acercó con la lanza y le traspasó el costado y al punto salió agua y sangre”: agua como símbolo del bautismo; sangre como figura de la Eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada» (Catequesis bautismales, 3, 13-19).

Y Orígenes:

«Cuando vieres que los gentiles abrazan la fe, que se construyen iglesias, que los altares se tiñen con la sangre preciosa de Cristo, cuando vieres a los sacerdote y levitas como ministros no de la sangre de toros y de machos cabríos (Heb 9,13), sino de la palabra de Dios por la gracia del Espíritu Santo, di entonces que después de Moisés tomó y obtuvo el principado Jesús, no aquel Jesús hijo de Neve, sino Jesús el Hijo de Dios» (Homilía 2,1 sobre Josué).

–Marcos 14,12-16.22-26: Esto es mi Cuerpo. Esta es mi Sangre. La comunión eucarística, fruto de una acción sacrificial instituida y verificada sacramentalmente por el propio Jesucristo, nos hace participar realmente en el misterio de la Muerte, Pasión y Resurrección de Jesucristo. Comenta San Efrén:

«Después que comieron los discípulos el pan nuevo y santo, y entendieron por la fe que por él habían comido el Cuerpo de Cristo, siguió Cristo desarrollando y dando el sacramento completo. Tomó y mezcló el cáliz de vino; después lo bendijo, signó y santificó, declarando que era su Sangre que había de ser derramada... “Cuando os reunáis en mi nombre en la Iglesia, en cualquier parte de la tierra, haced en memoria mía lo que hice: comed mi Cuerpo y bebed mi Sangre”. Testamento Viejo y Nuevo... Fue una tarde perfectísima en la cual Cristo llevó a cabo la verdadera Pascua» (Homilía 4, en la Semana Santa, 6-7).

Ciclo C

La solemnidad del Corpus deja viva en nuestra conciencia la real presencia de Cristo en la Eucaristía. Sin esto, sería Cristo para nosotros una realidad pasada y su Evangelio una simple filosofía religiosa. Por la Eucaristía su Sacratísimo Corazón sigue palpitando en nuestros altares, y en los Sagrarios, al alcance de nuestro amor y de nuestra vida.

–Génesis 14,18-20: Melquisedec ofreció pan y vino. Por su condición de Sacerdote único y eterno, Jesús sigue siendo el gran Mediador entre el Padre y nosotros. Por su sacrificio eucarístico verifica constantemente en nosotros su obra de salvación. San Cipriano explica la semejanza entre Melquisedec y Cristo:

«También vemos en el sacerdote Melquisedec prefigurado el misterio del sacrificio del Señor, según lo que Atestigua la Escritura divina: “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Sal 109,3). El cual orden, ciertamente, es éste que procede de aquel sacrificio y que desciende de haber sido Melquisedec sacerdote del Dios sumo, de haber ofrecido pan y vino, de haber bendecido a Abrahán. Porque ¿quién más sacerdote del Dios sumo que nuestro Señor Jesucristo, que ofreció sacrificio a Dios Padre y ofreció aquello mismo que había ofrecido Melquisedec: pan y vino, es decir, su Cuerpo y su Sangre? Y la bendición de entonces a Abrahán se refería a nuestro pueblo. Porque Abrahán creyó a Dios y le fue tomado en cuenta de justicia, ciertamente quienquiera que cree a Dios y vive por la fe, es hallado justo; y aparece ya en el fiel Abrahán, bendecido y justificado, como afirma el bienaventurado Apóstol Pablo en Gálatas 3,6-9» (Carta 63,4).

–Con razón proclamamos el sacerdocio de Cristo con el Salmo 109: «Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec».

–1 Corintios 11,23-26: Cada vez que coméis y bebéis proclamáis la muerte del Señor. Sacerdote Jesucristo sigue siendo también Víctima inmolada, puesta a nuestro alcance en el tiempo, hasta que vuelva. Comenta San Juan Crisóstomo:

«Por tanto, si te acercas a la Eucaristía, no hagas indigno de ello: no avergüences a tu hermano, no desprecies al que tiene hambre, no te embriagues, no deshonres a la Iglesia. Te acercas a dar gracias por lo que has recibido: por tanto, da tu también algo en cambio y no te apartes de tu prójimo. Pues Cristo dio a todos por igual, diciendo: “tomad y comed”. Él dio a todos por igual su Cuerpo y ¿tú ni si quieras das por igual el pan ordinario? E igualmente por todos fue partido, y para todos fue Cuerpo por igual» (Homilía 27 sobre 1 Corintios, 4).

–Lucas 9,11-17: Comieron todos y se saciaron. Para garantizarnos su poderes eucarísticos, Jesús ofreció un día los signos visibles de su divinidad: su impresionante poder sobre los elementos materiales de una comida en el desierto. San Ambrosio explica este milagro relacionado con la Eucaristía:

«Tiene también sentido místico el que, comiendo el pueblo, se sacie, y que sirvan los Apóstoles; porque también en la sociedad se designa un indicio de que el hambre ha sido para siempre rechazada, porque no tendrá hambre el que reciba el manjar de Cristo, y en el ministerio de los Apóstoles se anuncia la futura separación del Cuerpo y la Sangre del Señor» (Comentario al Evangelio de San Lucas 6,84).

Hemos de ser siempre custodias vivientes, convertidos por la comunión eucarística en ostensorios vivos de Cristo y de su Evangelio en medio de los hombres, con la palabra y con la propia vida.