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Adviento

Introducción

Adviento es el tiempo litúrgico de preparación para la Navidad. Sus orígenes son muy inciertos. Según algunos autores, parece que el Adviento en la liturgia romana se remonta al siglo IV, aunque según nuestra opinión , esto es muy poco probable. En otros lugares, como en España, parece que estaba unido a la preparación de los catecúmenos que habían de recibir el Bautismo en la solemnidad de la Epifanía.

En el siglo V hallamos las oraciones preparatorias para la fiesta de Navidad en el Rótulus de Rávena, que, se cree estuvo inspirado en los escritos de San Pedro Crisólogo. Es dato cierto que en el siglo VI el Adviento tenía la misma estructura que la nuestra actual, con cuatro semanas antes de Navidad, aunque la cuarta es incompleta según los años. Los días del 17 al 24 se celebran con especialísima importancia; el día 17 comienzan en Vísperas, como antífonas para el Magníficat, las llamadas «antífonas mayores» o «antífonas ¡O!», pues todas comienzan por esa exclamación latina. Tendremos ocasión de exponerlo en esos días.

Tres grandes figuras destacan en el Adviento: el profeta Isaías, San Juan Bautista y la Virgen María.

El Adviento encierra un rico contenido teológico y considera el misterio de la venida del Mesías y de su infancia. Más tarde se ha añadido el Bautismo de Cristo, como conclusión del Tiempo de Navidad. Tiene también el Adviento un gran sentido escatológico. De la espera de la primera venida del Señor se va a la espera de su segunda venida al fin de los tiempos. Los textos litúrgicos hacen alusión a las dos venidas.

San Bernardo habla de un Adviento triple. Entre la venida de Cristo en la encarnación, y su venida para el juicio final, se da ahora su venida al cristiano por la inhabitación. Este adviento presente «es oculto y espiritual, y de él habla el Señor cuando dice: “si alguno me ama, guardará mi palabra, mi Padre le amará, vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14,23) (Sermón Adviento III,4). «Esfuércese [el hombre] al menos... levantándose algo en obsequio del Señor que viene. No tendrás que atravesar mares o penetrar las nubes... Pero dentro de ti mismo habrás de salir al encuentro del Señor con la compunción del corazón y la confesión de tu boca, para que al menos salgas del muladar de tu miserable conciencia, pues no sería digno que allí entrara el Autor de la pureza» (Sermón Adviento I,10).

Con la liturgia de Adviento la comunidad cristiana está llamada a acentuar determinadas actitudes esenciales a la expresión evangélica de la vida: la vigilante y gozosa espera, la esperanza y la conversión.

Es lamentable que la sociedad de consumo intente con sus propagandas en estos días eclipsar el verdadero espíritu litúrgico del Adviento. Que el gozo espiritual se manifieste también en cosas externas y materiales no está reñido con el sentido litúrgico de este tiempo; pero sí lo está con el desbordamiento que esto tiene en nuestros días. Ya el mismo San Bernardo se lamentaba de las celebraciones mundanas del adviento:

«Los mundanos, aunque también celebran este recuerdo [de la venida de Cristo], no se conmueven con él interiormente. Y lo que todavía es peor, el mismo recuerdo de esta inestimable dignación de Dios se vuelve para ellos ocasión de delicias carnales, pues estos días los verás preparar con toda solicitud el lujo de los vestidos y de los alimentos, como si Cristo en su nacimiento pidiera semejantes cosas... Oye lo que Él mismo te dice: “¿para qué preparas con tantas ansias vestidos para mi nacimiento? Detesto la soberbia, no la amo. ¿A qué fin viene que procures con tanto cuidado las opíparas mesas de este tiempo? No me agradan las delicias del cuerpo, no las apruebo... No me reverencias sino con tu vientre”» (Sermón Adviento I,10).

En este Adviento preparemos, pues, ante todo nuestros corazones para recibir al Señor, que quiere venir a nosotros y entrar más adentro de nuestras vidas. Limpiemos la casa de nuestra conciencia con el sacramento de la penitencia. Acrecentemos estas semanas la oración, la limosna, las buenas obras y sobre todo el deseo del Salvador, que ya viene, y que nos trae nuevas luces y gracias.