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Servidores para evangelizar

1.-Llamados para evangelizar

La vocación apostólica es encuentro con Cristo para prolongar su misión (Mc 3,14; Jn 20,21). Como Jesús, el sacerdote ministro es ungido y enviado por el Espíritu Santo «para evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). Ha sido llamado para:

-anunciar la alegre noticia (evangelizar) de la salvación en Cristo (Mt 11,5; Lc 7,22; Ef 3,8: 1Cor 9,16),

-hacer llegar como primer anuncio (kerigma) el mensaje de Cristo a los que todavía no lo han oído (Act 8,5; 9,20; Mc 16,5; Rom 10,14; 1Cor 1,23; 2Cor 1,19; 4,5; Gal 2,2),

-dar testimonio (martirio) del hecho salvífico de la muerte y resurrección de Cristo (Act 1,8; 2,32; Jn 15,26-27; Lc 24,47-48).

Se prolonga la palabra de Cristo (anuncio, testimonio), su llamada a la conversión y bautismo (como cambio profundo de actitudes), su sacrificio redentor, su acción salvífica y pastoral, su cercanía a los hombres para una salvación integral.

Se pueden distinguir los elementos principales de la evangelización:

-Naturaleza: prolongar la misión de Cristo (EN 6,16).

-Objetivo: transformación de la humanidad según los planes salvíficos de Dios en Cristo (EN 17,24).

-Contenido: la persona y el mensaje de Jesús que edifica la comunidad eclesial y transforma el mundo (EN 25-39).

-Medios: Anuncio, presencialización y comunicación del misterio de Cristo, ministerios y servicios concretos, instrumentos de inserción y cercanía (EN 40-8).

-Destinatarios: Toda la humanidad, el hombre concreto (EN 49-58).

-Agentes: Todo cristiano según su propia vocación, toda la comunidad eclesial (EN 59-73).

-Estilo o espíritu: «actitudes interiores» del apóstol (EN 74-80).

El sacerdote ministro, como servidor cualificado de la acción evangelizadora de la Iglesia, se mueve en una múltiple perspectiva:

-trinitaria: misión del Padre, por el Hijo y en el Espíritu Santo,

-cristológica: mandato de Cristo (obrar en su nombre),

-pneumatológica: bajo la acción del Espíritu Santo (unción y misión),

-eclesiológica: en la comunión y misión de la Iglesia,

-antropológica y sociológica: de cercanía al hombre en su realidad concreta e histórica,

-escatológica: un camino de esperanza (confianza y tensión) hacia el Reino definitivo y la restauración final en Cristo.

Ello comporta la armonía de línea pastoral y de vida espiritual: escucha, contemplación, profetismo, cercanía, diálogo, trascendencia, vivencia, testimonio, (autenticidad)... La espiritualidad sacerdotal queda, pues, marcada por la misión de evangelizar.

2.-Prolongar la palabra de Cristo

La misión de Jesús y de los apóstoles se realiza principalmente por medio del anuncio (Lc 4,15-19.43; Mt 28,19). El anuncio lleva a la celebración y a la vivencia. La dimensión kerigmática (anuncio) se hace dimensión pascual, litúrgica y contemplativa. Entonces recupera su dimensión misionera de anuncio a todos los pueblos y a todos los hombres.

El servicio profético del sacerdote ministerial se realiza como participación, cooperación y dependencia del magisterio del Episcopado y del Papa.

Se trata de un deber primordial de los sacerdotes, puesto que el pueblo de Dios congrega por la palabra de Dios vivo (PO 4). Este servicio sacerdotal profético tiene diversos aspectos y dimensiones:

-Se anuncia el hecho salvífico de la muerte y resurrección de Cristo, llamando a la conversión y dando el testimonio con la propia vida (dimensión kerigmática, salvífica, pascual, martirial).

-Se invita a celebrar la palabra en la liturgia especialmente bautismal y eucarística (dimensión litúrgica y sacramental).

-Se presenta la palabra como un signo portador de gracia en el Espíritu Santo, que llama a la contemplación y santificación (dimensión contemplativa y pneumatológica).

-Se parte de la palabra para indicar las líneas en el camino de la Iglesia y en su construcción de la comunidad (dimensión hodegética, comunitaria, escatológica).

-La palabra construye la comunidad en el amor y en la misión local y universal (dimensión de comunión misionera).

La predicación de la palabra presenta armónicamente el mensaje cristiano como acontecimiento salvífico (credo), que se actualiza bajo signos instituidos por Cristo (sacramentos, liturgia) y que llama a la contemplación y al compromiso personal y social (madamientos, oración). «El Pueblo de Dios se congrega principalmente por la palabra de Dios vivo, que con toda razón es buscada en la boca de los sacerdotes. En efecto, como quiera que nadie puede salvarse si antes no creyere, tienen por deber primero el de anunciar a todos el evangelio de Dios» (PO 4).

La ascética del predicador del evangelio supone una actitud de respeto a la palabra de Dios, tal como es, toda entera y con su dimensión salvífica universal. Se acepta la palabra como mensaje comunicado por Cristo a su Iglesia, Es, pues, palabra:

-Revelada, siempre viva y actual, cuya iniciativa está en Dios (Jn 1,14; 3,16; 14,9; Mt 17,5; Lc 1,38).

-Predicada en la comunidad eclesial como continuación de la predicación apostólica (Jn 10,4; Lc 10,16; Mt 16,18; Act 4,32-33).

-Celebrada en la liturgia y en relación a los sacramentos, como proclamación del misterio pascual (Jn 2,11; 6,35ss; Mc 4,1-20; Act 2,42).

-Vivida por los santos como proceso de configuración en Cristo (Jn 14,6.21; Col 3,3).

-Contemplada en el corazón para hacer de la vida una donación a Dios y a los hermanos (Lc 2,19.51; Jn 13, 23-25; Mc 3,33ss).

-Releída en los acontecimientos para interpretarlos a la luz de la Pascua (Mt 16,31; 5,45-48).

-Creadora de testigos para una evangelización sin fronteras (Mt 28,29; Mc 16,15; Act 2,17.32; Jn 1,23).

3.-Prolongar el sacrificio pascual de Cristo

Para todo creyente y para toda la comunidad eclesial, la eucaristía es «la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana» (LG 11; +can.897). Para el sacerdote ministro, es «la principal y central razón de su ser», ya que «el sacerdote ejerce su misión principal y se manifiesta en su plenitud celebrando la eucaristía» (Juan Pablo II, Carta Jueves Santo 1980). «Somos, en cierto sentido, por ella y para ella; somos, de modo particular, responsables de ella» (ibidem).

El sacerdote ministro, después de anunciar la palabra de Dios, hace presente a Cristo inmolado (Sacerdote y Víctima) bajo signos eucarísticos. Pero en la eucaristía se hace presente el Señor inmolado en sacrificio para comunicarse a todos. La eucaristía es, pues:

-Presencia permanente de Cristo bajo las especies sacramentales de pan y de vino (mientras éstas no se corrompan), como declaración de amor (Alianza) y como presencia que reclama relación personal (Mt 26,26-28; +PO 18).

-Sacrificio de la nueva Alianza, como donación incondicional y actualización o prolongación en el tiempo del único sacrificio de Cristo (Lc 22,19-22; +SC 47).

-Comunión o participación en la vida de Cristo como pan de vida, sacramento (signo eficaz de vida nueva en el Espíritu) y banquete pascual (Jn 6,35.38; Mc 14,22-24; 1Cor 10,16ss; 10,13).

-Encuentro inicial que anticipa o preludia el encuentro definitivo (escatología) en el más allá (1Cor 11,26).

-Misión o encargo de toda la comunidad eclesial y ministerio específico del sacerdote ordenado, para que sea realidad sacramental y vivencial en toda comunidad humana (Mt 26,28; Lc 22,19; 1Cor 11,24).

El sacerdote por el servicio eucarístico, estrechamente relacionado con los demás servicios proféticos, cultuales y hodegéticos (o de dirección):

-es signo de Cristo Sacerdote obrando en su nombre,

-hace presente a Cristo en estado de víctima,

-continúa la voluntad inmolativa de Cristo pronunciando sus palabras,

-hace que la eucaristía sea el sacrificio de toda la Iglesia,

-colabora para construir la comunidad eclesial como comunión y cuerpo místico de Cristo.

La espiritualidad sacerdotal en su dimensión eucarística subraya unos puntos básicos:

-Espiritualidad de relación personal con Cristo presente: «estar con él» (Mc 3,13); «diálogo cotidiano» (PO 18).

-Espiritualidad de inmolación, al estilo de la caridad del Buen Pastor (Jn 10.15).

-Espiritualidad de comunión y cercanía o sintonía con los hermanos, compartiendo con ellos el propio existir (Mt 15,32).

-Espiritualidad de esperanza que supone confianza en Cristo y tensión hacia la restauración de todas las cosas en él (Ef 1,10; 2Tim 4,6).

-Espiritualidad de servicio incondicional y misión sin fronteras (Mt 28,19-20).

4.-Prolongar la acción salvífica y pastoral de Cristo

Cristo ha querido necesitar de sus ministros para prolongar su acción salvífica y pastoral, que tiene lugar principalmente en la celebración de los sacramentos.

Se llaman sacramentos de la fe porque en ellos la eficacia de la palabra llega a su punto culminante (como forma del sacramento), suscitando la fe y produciendo en los creyentes los frutos de salvación. Esto tiene lugar principalmente en el sacramento y sacrificio de la eucaristía.

En los sacramentos se hace presente la acción salvífica de Cristo. Por esto son:

-memorial de un hecho pasado,

-presencialización o actualización de la acción del Señor,

-anuncio de una plenitud en Cristo resucitado,

-celebración del misterio pascual,

-comunicación de la salvación de Cristo.

La acción salvífica y pastoral de Cristo no se agota en la celebración eucarística, sino que pasa necesariamente a los servicios de caridad, de organización y de dirección. Esta es la acción pastoral directa, como diaconía para construir la comunidad en el amor (coinonía).

Esta acción salvífica y pastoral (no estrictamente sacramental) tiene sus características, que se desprenden del hecho de prolongar a Cristo Cabeza y Buen Pastor:

-Discernir y alentar todos los demás carismas y vocaciones en la armonía de la comunión eclesial.

-Discernir los signos de los tiempos para descubrir la voluntad salvífica de Dios en el caminar histórico de la comunidad.

-Acercarse preferentemente a los más pobres y débiles, alejados y marginados (+apartado n.6).

-Ser principio de unidad en la diversidad de carismas y vocaciones.

-Hacer realidad, ya en esta tierra, el inicio del Reino definitivo.

El trabajo apostólico por extender el Reino de Dios necesita abarcar todas sus dimensiones: carismática (camino de perfección), institucional (de Iglesia visible fundada por Cristo) y escatológica (de plenitud en el más allá).

5.-Prolongar la oración de Cristo

Prolongar la palabra, el sacrificio y la acción salvífica y pastoral de Cristo, comporta también prolongar su actitud relacional o dialogal con el Padre en el amor del Espíritu Santo.

La oración es también ministerio para el sacerdote. Es el ministerio de prolongar la oración sacerdotal de Cristo, de modo parecido a como se prolonga su palabra, sacrificio y acción salvífica.

El sacerdote prolonga la oración sacerdotal de Cristo, principalmente en la celebración de la eucaristía, de los sacramentos y de la liturgia de las horas. La oración del sacerdote, como actitud personal y como ministerio, puede analizarse en diversas perspectivas:

-Sintonía con los sentimientos de Cristo Buen Pastor ante el Padre, en el amor del Espíritu Santo y para la salvación de los hombres.

-Prolongación de la oración sacerdotal de Cristo en medio de la comunidad eclesial y en nombre de la Iglesia, especialmente durante la celebración litúrgica (eucaristía, liturgia de las horas, sacramentos...).

-Actitud relacional con Cristo y como Cristo durante el ejercicio de los diversos ministerios (proféticos, cultuales, hodegéticos y de servicios de caridad).

-Guiar personas y comunidades en todo el proceso de la oración.

-Vivencia personal y comunitaria de los textos y momentos litúrgicos, dando preferencia a la lectura meditativa de la palabra de Dios.

-Discernir los signos de los tiempos a través de los acontecimientos iluminados por la palabra de Dios.

-Actitud contemplativa de apertura ante la palabra, cuestionamiento de la propia vida y unión con Cristo, que lleve al cumplimiento de la exigencia de la caridad pastoral.

-Poner los medios concretos y encontrar tiempo especial de oración según los criterios de la Iglesia para la vida sacerdotal: lección divina, oración mental, retiro espiritual, «diálogo cotidiano con Cristo en la visita eucarística», examen de conciencia, dirección espiritual, etc. (PO 18).

Hay que dar suma importancia al ministerio de prolongar la oración sacerdotal de Cristo, reconociendo su eficacia apostólica (+SC 86).

Guiar a personas y comunidades por el camino de la oración equivale a orientarles en la actitud filial de autenticidad y de caridad, que se expresa en la oración que nos enseñó el Señor. La oración comienza con una actitud de pobreza ante Dios nuestro Padre, hasta saberse amado por Dios tal como uno es y capacitado para amarle y hacerle amar. Es, pues, un proceso de receptividad y de apertura, a partir de la iniciativa de Dios que habla y ama, reconociendo la propia pobreza y aprendiendo a «estar con quien sabemos que nos ama» (Santa Teresa). Es proceso de:

-Apertura (lectura): escuchando la palabra de Dios tal como es y toda entera.

-Cuestionamiento (meditación): dejando actuar la palabra de Dios hasta lo más hondo del corazón.

-Pobreza (petición): sintiendo necesidad de la palabra de Dios en la propia circunstancia de limitación, pecado, debilidad, vida ordinaria (Nazaret), sufrimiento...

-Unión (contemplación): entrando con confianza de hijos en la intimidad divina, gracias a la amistad con Cristo, y manifestando esta unión con Dios en la donación comprometida a sus deginios salvíficos en servicio de los hermanos.

6.-La cercanía al hombre concreto

El sacerdote ministro, por participar de la unción y misión de Cristo, participa por ello mismo de su solidaridad con el hombre y de su cercanía al hombre en su situación concreta.

El amor preferencial por el hombre que busca y sufre es parte esencial del actuar apostólico del sacerdote. Si es cierto que los presbíteros se deben a todos, de modo particular, sin embargo, se les encomiendan los pobres y los más débiles, con quienes el Señor mismo se muestra unido y cuya evangelización se da como signo de la obra mesiánica. Todo evangelizador, pero especialmente el sacerdote ministro, debe anunciar la verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre.

La cercanía al hombre en su situación concreta comporta asumir responsablemente la suerte de los más pobres, de los nuevos pobres, de la juventud, la familia, los desplazados por la migración, los enfermos, los ancianos y marginados.

La cercanía pastoral puede ser en una situación difícil y conflictiva, de urgencia actual y trascendencia histórica, de liberación, inculturación, inmanencia, diálogo, compromiso, etc., que se convierten en un análisis objetivo de la realidad, iluminándola y transformándola a la luz del evangelio. Hay que «poner el mundo moderno en contacto con las energías vivificantes del evangelio» (Juan XXIII, Humanae salutis).

Las características y líneas espirituales de esta inserción o cercanía son las siguientes:

-Asumir la situación humana en su objetividad e integridad.

-Señalar directrices claras en los valores y derechos fundamentales del hombre.

-Respetar las diversas opciones y opiniones técnicas sin exclusivismos ni exclusiones.

-Buscar la luz definitiva y plena en el mensaje evangélico.

-Armonizar la cercanía e inmanencia con la trascendencia y valores del más allá.

-Denunciar el error y el mal (pecado) respetando las personas, venciendo el mal con el bien (+Rom 8,21).

-Ejercitar las virtudes del diálogo evangelizador: escucha, aprecio, purificación, llevar a la plenitud de Cristo.

-Para acercarse a los pobres, hay que tener un corazón pobre (por la contemplación de la palabra) y vivir vida pobre.

El sacerdote debe hacerse disponible para guiar a cada persona y a cada comunidad eclesial por un proceso de perfección, que equivale a ir pensando como Cristo (fe), valorando las cosas como él (esperanza) y amando como él (caridad). Por esto la dirección espiritual (aparte de ser un medio para la propia perfección) es un aspecto del ministerio sacerdotal. La liberación integral de la persona y de la comunidad es un proceso de conversión (cambio profundo de mentalidad) y de bautismo (configuración con Cristo), hasta llegar, con los dones del Espíritu Santo, a la actitud permanente de reaccionar amando (bienaventuranzas).

Una pastoral liberadora y misionera tiene estas características de cercanía y trascendencia (+Jn 1,14; 13,1).

Guía pastoral

-Reflexión bíblica

-El testimonio evangelizador de los Apóstoles: Act 2,32 (Pedro); 2Cor 5,14 (Pablo); 1Jn 1,1ss (Juan).

-Del encuentro con Cristo, a la misión: Mc 3,14; Lc 6,13; Jn 20,21.

-El anuncio, la presencialización y la comunicación del misterio pascual de Cristo: 1Cor 11,23-24.

-Aprender a ser pan comido a partir de la eucaristía: Jn 6,35ss.48ss.

-La actitud oracional del Buen Pastor: Lc 6,12; Mt 11,25-26; Lc 22,42; Rom 8,34; Herb 7,25.

-Ungidos y enviados como Cristo para evangelizar a los pobres: Lc 4,18; Mt 11,5.

-Estudio personal y revisión de vida en grupo

-Cómo relacionar armónicamente los ministerios proféticos, cultuales y de dirección o servicio (PO 4-6).

-Armonía entre la vida espiritual y la acción apostólica: el ministerio como fuente de santificación (PO 12-14).

-Contenidos de la predicación y especialmente de la homilía (PO 4; SC 35,52; EN 43).

-Delinear la ascética o espiritualidad del predicador del evangelio (LG 41; PO 4,13).

-La eucaristía como presencia, sacrificio, comunión y misión (PO 5; SC 47).

-Dimensión eucarística de la espiritualidad sacerdotal (PO 5,18).

-Los sacramentos en la pedagogía de la fe y del compromiso cristiano (SC 59; PO 5).

-El ministerio de prolongar la oración con Cristo y de guiar a personas y comunidades en la oración (SC 83 86,90; Puebla 693-694).

-La opción preferencial por los pobres (Puebla 670,1128-1165).