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Sábado, XXII semana

Jeremías 31,15-22.27-34

La dicha del reino de Cristo

San León Magno

Sermón sobre las bienaventuranzas 95,4-6

Después de hablar de la pobreza, que tanta felicidad proporciona, siguió el Señor diciendo: Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Queridísimos her­manos, el llanto al que está vinculado un consuelo eter­no es distinto de la aflicción de este mundo. Los lamentos que se escuchan en este mundo no hacen dichoso a nadie. Es muy distinta la razón de ser de los gemidos de los san­tos, la causa que produce lágrimas dichosas. La santa tris­teza deplora el pecado, el ajeno y el propio. Y la amargu­ra no es motivada por la manera de actuar de la justicia divina, sino por la maldad humana. Y, en este sentido, más hay que deplorar la actitud del que obra mal que la situación del que tiene que sufrir por causa del malvado, porque al injusto su malicia le hunde en el castigo, en cambio, al justo su paciencia lo lleva a la gloria.

Sigue el Señor: Dichosos los sufridos, porque ellos he­redarán la tierra. Se promete la posesión de la tierra a los sufridos y mansos, a los humildes y sencillos y a los que están dispuestos a tolerar toda clase de injusticias. No se ha de mirar esta herencia como vil y deleznable, como si estuviera separada de la patria celestial, de lo contrario no se entiende quién podría entrar en el reino de los cie­los. Porque la tierra prometida a los sufridos, en cuya po­sesión han de entrar los mansos, es la carne de los santos. Esta carne vivió en humillación, por eso mereció una resurrección que la transforma y la reviste de inmortali­dad gloriosa, sin temer nada que pueda contrariar al espí­ritu, sabiendo que van a estar siempre de común acuerdo. Porque entonces el hombre exterior será la posesión pací­fica e inamisible del hombre interior.

Y, así, los sufridos heredarán en perpetua paz y sin mengua alguna la tierra prometida, cuando esto corrup­tible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de in­mortalidad. Entonces lo que fue riesgo será premio, y lo que fue gravoso se convertirá en honroso.