I Samuel 19,8-10; 20,1-17
La amistad verdadera es perfecta y constante
Beato Elredo
Tratado sobre la amistad espiritual 3
Jonatán, aquel excelente joven, sin atender a
su estirpe regia y a su futura sucesión en el trono, hizo un pacto con David y,
equiparando el siervo al Señor, precisamente cuando huía de su padre, cuando
estaba escondido en el desierto, cuando estaba condenado a muerte, destinado a la
ejecución, lo antepuso a sí mismo, abajándose a sí mismo y ensalzándolo a él: Tú
–le dice– serás el rey, y yo seré tu segundo.
¡Oh preclarísimo espejo de amistad verdadera! ¡Cosa admirable! El rey estaba enfurecido con su siervo y concitaba contra él a todo el país, como a un rival de su reino; asesina a los sacerdotes, basándose en la sola sospecha de traición; inspecciona los bosques, busca por los valles, asedia con su ejército los montes y peñascos, todos se comprometen a vengar la indignación regia; sólo Jonatán, el único que podía tener algún motivo de envidia, juzgó que tenía que oponerse a su padre y ayudar a su amigo, aconsejarlo en tan gran adversidad y, prefiriendo la amistad al reino, le dice: Tú serás el rey, y yo seré tu segundo. Y fíjate cómo el padre de este adolescente lo provocaba a envidia contra su amigo, agobiándolo con reproches, atemorizándolo con amenazas, recordándole que se vería despojado del reino y privado de los honores.
Y, habiendo
pronunciado Saúl sentencia de muerte contra David, Jonatán no traicionó a su
amigo. ¿Por qué va a morir David? ¿Qué ha hecho? El se jugó la vida cuando
mató al filisteo; bien que te alegraste al verlo. ¿Por qué ha de morir? El
rey, fuera de sí al oír estas palabras, intenta clavar a Jonatán en la pared
con su lanza, llenándolo además de improperios: ¡Hijo de perdida –le
dice–, ya sabía yo que estabas confabulado con él, para vergüenza tuya y de
tu madre! Y, a continuación, vomita todo el veneno que llevaba dentro,
intentando salpicar con él el pecho del joven, añadiendo aquellas palabras
capaces de incitar su ambición, de fomentar su envidia, de provocar su
emulación y su amargor: Mientras el hijo de Jesé esté vivo sobre la tierra,
tu reino no estará seguro.
¿A quién no hubieran impresionado estas
palabras? ¿A quién no le hubiesen provocado a envidia? Dichas a cualquier
otro, estas palabras hubiesen corrompido, disminuido y hecho olvidar el amor,
la benevolencia y la amistad. Pero aquel joven, lleno de amor, no cejó en su
amistad, y permaneció fuerte ante las amenazas, paciente ante las injurias,
despreciando, por su amistad, el reino, olvidándose de los honores, pero no de
su benevolencia. Tú –dice– serás el rey, y yo seré tu segundo.
Esta es la verdadera, la perfecta, la estable y constante amistad: la
que no se deja corromper por la envidia; la que no se enfría por las sospechas;
la que no se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta manera,
no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no cae; la que, batida por tantas
injurias, se muestra inflexible; la que provocada por tantos ultrajes,
permanece inmóvil. Anda, pues, haz tú lo mismo.